Por Guillermo Cherashny.-

Ayer, los gobernadores del FpV que se reunieron el sábado exigieron una rápida respuesta sobre el pedido de aumentar la coparticipación a sus provincias, a lo que nunca se animaron con Cristina, que les hacía aprobar las leyes que se le ocurrían y que sus senadores votaban mansitos. Esos mismos gobernadores venían a aplaudir las cadenas nacionales. Eso ya es pasado, porque ahora hay una necesidad mutua entre Macri y los gobernadores del FpV, y no decimos peronistas porque en Santiago y Misiones son ex radicales.

Pero si tomamos la experiencia del macrismo en la Capital Federal en ocho años de mandato, en la legislatura presidida por Ritondo las negociaciones se hacían pari passu -es decir, una necesidad satisfecha contra otra igual- generalmente en temas de obra pública o proyectos inmobiliarios. Pero ahora, los gobernadores quieren dinero y obras de infraestructura y Macri necesita votos para sancionar las leyes.

Entonces, la clave es hasta dónde los gobernadores dejarán de lado la ideología que siguieron mansitos con Cristina. Y hay un dato alentador, ya que ninguno de ellos reclamó por Milagro Sala, salvo Capitanich, que no es gobernador pero es el más cercano a Cristina, o más bien quiere que ella lo apoye para presidir el PJ, donde la mayoría no quiere elecciones internas y menos abiertas, porque Juan Manuel de la Sota les pasa el trapo a todos, dado que no sólo votarán los peronistas anti-k sino los independientes que le agradecen al «gallego» los votos claves de Córdoba.

Los temas más acuciantes son eliminar la ley cerrojo, modificar el Código Procesal Penal para disminuirle el poder a Gils Carbó, una nueva ley del ministerio público que permita una remoción fácil. Éstas son las principales leyes que quiere el macrismo y la pregunta es: ¿están dispuestos los gobernadores a enterrar los disparates de Cristina o, como dice ella, su legado ideológico? Pues bien, si están dispuestos a hacerlo, no habrá problemas para que tengan fondos y obras públicas. Si no quieren, Macri seguirá gobernando por DNU, con la sola aprobación de la Cámara de Diputados, donde tiene una cómoda mayoría. Así las cosas, si los gobernadores abandonan la ideología que nunca tuvieron, todo se puede arreglar. Si no, habrá pelea.

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