Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández busca cómo salir de una racha que empuja su imagen hacia abajo. Primero fue el vacunatorio vip y luego la rendición obligada ante Cristina Kirchner, que se tradujo en la caída de la ministra de Justicia Marcela Losardo. La primera crisis erosionó la credibilidad en el gobierno, en tanto que la segunda le resta poder al presidente, al aparecer como remolcado por la estrategia K de confrontación con la Justicia. La inminencia de la segunda ola de coronavirus le brinda a la Casa Rosada una oportunidad de enfocar la agenda en la salud pública. Pero también en este tema el oficialismo viene mal perfilado, porque la escasez de vacunas deja al Ministerio de Salud muy mal parado sobre todo cuando países vecinos como Chile y Uruguay muestran un suministro de vacunas más que suficiente.

El kirchnerismo, a esta altura un gobierno dentro del gobierno, abrió el abanico de temas para avanzar. Así tenemos la remoción del Procurador General Eduardo Casal, la ampliación de la Corte Suprema, la creación de un tribunal intermedio que se avoque a los casos de corrupción, la destitución del presidente de la Cámara Nacional de Casación, Gustavo Hornos, y otros temas menores. Cualquiera de los asuntos mencionados tiene la capacidad de monopolizar la opinión pública. El tándem compuesto por Martín Soria y Juan Martín Mena, ministro y secretario de Justicia, sería el disparador de los temas más allá de la voluntad del presidente, que ahora puede hacer poco para frenarlos.

Sin salida

Una versión salida del Instituto ´Patria consigna que el cristinismo planteará a la brevedad la necesidad de ampliar el número de miembros de la Corte de 5 a 9. La idea sería una rápida negociación con la UCR acerca de los nombres para ministros de la Corte. Esto antes de que el fragor de la lucha electoral haga que toda negociación sea inviable. La idea es que, obviamente, con una nueva composición, la Corte deba elegir a un nuevo presidente, que no sería el actual. Carlos Rosenkrantz es considerado un aliado de Clarín.

Si efectivamente se pone sobre el tapete la ampliación de la Corte, casi toda la agenda política giraría sobre este punto y el presidente se vería arrastrado a la batalla.

Sólo la segunda ola del Covid-19 podría disputarle el primer plano a la guerra del gobierno con la justicia.

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