Por Carlos Tórtora.-

Lenta pero firmemente, el PJ se encamina hacia otro cisma similar a los que sufrió en el pasado. Acorralada por la pérdida de apoyo interno que la erosiona día a día, es probable que Cristina Kirchner se atrinchere junto a los suyos y desconozca que hay otro peronismo, con Axel Kicillof y Ricardo Quintela. Más allá de quién gane la interna del 17 de noviembre, que es dudoso que se haga, el justicialismo ya está partido entre cristinistas y poscristinistas. Y como ella no piensa jubilarse, hay que incluir en el análisis la perspectiva de que el año que viene haya en muchos distritos al menos dos listas de candidatos a legisladores nacionales.

Con sutileza, Jorge Yoma, apoderado de la lista de Quintela, deslizó ayer que, como van las cosas, una vez más la presidenta del PJ puede terminar siendo María Servini de Cubría. O sea, que la lucha por la posesión del logo y el escudito puede terminar, por ejemplo, como en el 2002, cuando Servini aceptó que se presentaran para las elecciones presidenciales tres fórmulas peronistas, que encabezaban Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá.

El PJ tiene entonces historia en materia de largas intervenciones judiciales.

La posibilidad de que la actual crisis no derive en la elección de autoridades sino en una nueva intervención judicial se perfila en el horizonte. De hecho, la realización de una interna con el voto de los afiliados sólo se vio desde el retorno de la democracia cuando un imparable Menem derrotó al desconcertado Antonio Cafiero en 1988.

Divididos se suma más

Un primer análisis indicaría que, si el año que viene hay dos peronismos presentando listas propias, el justicialismo se debilitaría ante la alianza unida que encabezará La Libertad Avanza. Esto sin duda sería así en caso de tratarse de una elección presidencial en la que la concentración de votos es indispensable para triunfar.

Pero en una elección legislativa, que haya más de una lista peronista puede multiplicar los votos. Los peronistas disconformes con una opción pueden votar a la alternativa y entre ambas listas obtener más bancas que con una sola.

Es obvio que a esta altura hay amplios sectores que ya no soportan más seguir votando a los candidatos que digita Cristina pero que sí apoyarían listas que expresen una renovación.

Por otra parte, la división electoral sólo sería blanquear lo que de hecho ya ocurre. La expresidenta ya no conduce a buena parte de los gobernadores y los intendentes que, en la práctica, le retiraron su apoyo.

Para Milei se trata de un desafío peligroso. El presidente está muy cómodo lidiando con un peronismo salpicado por la corrupción, el autoritarismo y los desbordes por izquierda. Pero le cuesta mucho al gobierno confrontar con dirigentes peronistas más transparentes y moderados que Cristina. De hecho, atacar a Kicillof se le hace más complicado a los libertarios.

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