Por Carlos Tórtora.-

Después de la irrupción de Cristina Kirchner invitando a ciertos funcionarios a que se busquen otro laburo, en el entorno del presidente se armó un esquema para sobrellevar la situación. La lógica consistía en dejar pasar un tiempo para que se disipe el efecto de las palabras de la vicepresidenta y luego empezar algunos cambios en el gabinete. Para empezar, Alberto Fernández salió a borrar la impresión de que estaba rodeado de ineptos al decir “Yo sólo tengo gratitud y reconocimiento para cada ministro mío, para cada funcionario, con cada empleado que trabajó a mi lado para mantener de pie a la Argentina”. La frase estuvo destinada a evitar que recrudeciera un clima de internismo que desde ya es visible cuando, por ejemplo, el diputado Eduardo Valdez, confidente del presidente, apareció diciendo que se venían cambios en comunicación, política y salud. También vale recordar que, dos meses atrás, la ex presidenta difundió una carta aludiendo a los funcionarios que no funcionan y poco después se produjo un solo relevo ministerial, el cambio de María Eugenia Bielsa por Jorge Ferraresi. No parece que AF haya seguido al pie de la letra los reclamos de su vice, ya que todo el cambio de gabinete se redujo sólo a una cartera. Tal vez esta resistencia a los cambios fue lo que provocó la nueva ofensiva cristinista.

Ahora, casi sin variantes, los medios dan por supuesto que los cuestionamientos cristinistas apuntan a Marcela Losardo (Justicia) Ginés González García (Salud) Felipe Solá (Relaciones exteriores) y Nicolás Trotta (Educación). Una primera incógnita es si el punto de acuerdo entre AF y CFK es que ella dé los nombres de los relevos o de una parte de ellos. De ser así, de asumir nuevos ministros salidos de La Cámpora, la lectura política que probablemente se haría es que habría un debilitamiento del poder presidencial, ya que una buena parte del gabinete respondería a su vice, lo que ya viene ocurriendo con numerosas áreas estratégicas que no están en ningún ministerio, como, por ejemplo, la Procuración del Tesoro, los entes reguladores del gas y la electricidad, la AFIP, etc.

Con final abierto

Tratando de decodificar la conducta de ella, su insistencia en la urgencia de cambios obedecería a su intención de aumentar su cuota de poder. Ésta sería la respuesta kirchnerista a la ausencia de resultados favorables en la política económica y el estiramiento del estancamiento de la economía. En la lógica cristinista, la única respuesta válida frente a la profundización de la crisis sería una mayor concentración de poder seguida de una más fuerte intervención del Estado en la actividad económica. Para estos menesteres es obvio que se necesita un gabinete de incondicionales, poco sensible a las críticas de los grupos de presión. Éste sería el significado de funcionarios más comprometidos con el pueblo, como reclamo en su último discurso.

El presidente se encuentra en un punto límite de su posicionamiento. Ceder ante su vice en el rearmado del gabinete podría dejarlo como un presidente débil y sin capacidad de reacción. Por el contrario, si los cambios demostraran su impronta personal, saldría fortalecido de la actual situación. Para muchos, entre ambas figuras ya hubo acuerdos sobre lo que vendrá y las tensiones que subsisten son por cuestiones colaterales.

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