Por Guillermo Cherashny.-

El gobierno nacional presentó esta semana el proyecto de presupuesto 2018 y ya se sabe que, si al presidente Macri nunca le gustó un pacto de la Moncloa, mucho menos ahora, después del triunfo en las PASO y el que obtendrá en octubre. En tanto, los gobernadores y los diputados de sus provincias confluyen a un solo bloque, donde se integrarán los diputados de Massa, De la Sota y Das Neves, que constituirán un bloque de poco más de 70 legisladores que será la segunda minoría y que podrían negociar una reforma impositiva pero nunca una laboral o jubilatoria, en cuyo caso no habrá ningún pacto de gobernabilidad sino que el gobierno nacional deberá gobernar por medio de los DNU, ya que el nuevo bloque peronista pagó caro su apoyo a la gobernabilidad macrista en las últimas elecciones, donde obtuvo más rédito el cristinismo, que se dedicó a poner palos en la rueda durante dos años.

En efecto, en su intento de imponer una reforma laboral y jubilatoria, el gobierno tendrá una rotunda negativa del peronismo de los gobernadores y así como Macri no quiere negociar más con Sergio Massa, se le hará más difícil negociar con los gobernadores con la amenaza de Vidal de reinstalar el fondo del conurbano o de bajar la alícuota del impuesto a los ingresos brutos, principal fuente de financiamiento de los gobernadores, por lo cual a Macri le queda un solo camino: hacer la gran Menem, es decir, gobernar mediante los DNU que, si bien pueden ser volteados por la mayoría opositora, es muy difícil que el nuevo bloque peronista vote junto al cristinismo -que tendrá 60 legisladores- el rechazo a los DNU, de forma que, como quieren Macri y los gobernadores, no habrá pacto de gobernabilidad y el problema pasaría al presidente, quien tendrá que gobernar sin acuerdos, aplicando el palo y guardándose la zanahoria, con los riesgos que esa política de confrontación traiga para la democracia del país. Pero así lo quiere el neogorilismo que encarna el Cambiemos actual.

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