Por Guillermo Cherashny.-

En el inicio del año se esperaba que un presidente débil como Alberto Fernández mantuviera un perfil bajo para disimular su falta de poder; pero, por el contrario, inició en el congreso un juicio político contra los cuatro miembros de la Corte Suprema por fallos que no le gustaron al kirchnerismo y al peronismo. En este último caso, por devolverle gran parte de la coparticipación al gobierno de la Ciudad, que interpretan como una alianza del poder judicial con Juntos por el Cambio, lo cual es una mirada muy superficial del tema. En realidad, las provincias peronistas convalidaron en el congreso la maniobra de Macri de darle más recursos a CABA por decreto, pero después, como dijimos, en el congreso muchos senadores peronistas apoyaron la ley. En cambio, la quita de recursos a CABA para favorecer a Kicillof por el actual presidente por decreto fue convalidado por el congreso pero sin el consentimiento del gobierno de CABA, lo que es un requisito imprescindible para su legalidad. De todos modos, la Corte podría dejar el asunto para después del cambio de gobierno pero le quiso mostrar los dientes al poder.

Esta alianza entre el poder judicial y el grupo Clarín -al que se sumó el macrismo- tiene su origen en el kirchnerato, cuando Cristina quiso disolver el monopolio de Clarín y fracasó, y cuando quiso imponer una reforma judicial que les quitaba el poder a los jueces y se los daba a los fiscales. Se vendió que se quería imponer el sistema acusatorio como en los Estados Unidos, pero en realidad les quería dejar a los jueces «la caja negra» que manejan con sus fallos, lo que originó un casus belli liderado por Lorenzetti, que declaró inconstitucional la ley. Este proyecto lo impulsó Gils Carbó cuando en Comodoro Py los jueces empezaron a investigar la corrupción K porque veían que a Cristina le sucedería la oposición.

Cuando Alberto llegó a la presidencia se esperaba por sus antecedentes que desactivara ese conflicto que el criticó desde el llano. Sin embargo, lo profundizó y al mismo tiempo, en lugar de normalizar la economía desquiciada que dejó Macri con un acuerdo serio con el FMI y los bonistas con un economista como Guillermo Nielsen, cedió ante Cristina y nombraron al chanta de Guzmán, un discípulo del ortodoxo Joseph Stiglitz, y dejó de lado la máxima de que si tenés buena economía la justicia argentina acompañará para que Cristina zafe de las causas. Pero ambos hicieron todo lo contrario por una ideología perimida como el populismo, que no aplicaron ni Evo Morales ni Lula, y siguieron tibiamente el ejemplo de Maduro de la boca para afuera sin profundizarlo; y el establishment le está cobrando todas las deudas a la expresidenta y al incapaz de Alberto. Ahí surgen las payasadas del juicio a la Corte y la denuncia ante la ONU de que la justicia, los medios y la oposición violan los derechos humanos y persiguen al gobierno.

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