Por Sebastián Dumont.-

María Eugenia Vidal busca darle una forma distinta a la política bonaerense. No le es fácil. Pero lo grave es que las dificultades mayores vienen de adentro de su propio espacio político mucho más que de la oposición, que en su mayoría son del Frente para la Victoria. La tensión con la bonaerense, la decisión del cortar “los kioscos” en la administración y las propias pujas internas de Cambiemos llevan a que en muchos casos terminen siendo beneficiados los dirigentes territoriales del kirchnerismo.

“El gobierno provincial no puede arrancar a pleno porque las internas son feroces”, describe un funcionario bonaerense que llegó a La Plata el 10 de diciembre. En ese sentido, se sabe que el hombre de confianza de Vidal es Federico Salvai, a quien muchos, desde otras esferas, le tiran con todo. La realidad es que nada se mueve en la provincia si no pasa por el ministro de gobierno. Allí la primera interna que demora el avance en la toma de decisiones y permite que el kirchnerismo se rearme.

Los dirigentes de Cambiemos en los territorios, sean intendentes o no, reclaman el manejo de los resortes nacionales y provinciales en su distrito. Hay no sólo organismos importantes, sino el manejo de planes sociales. Por ahora, allí sigue sacando ventaja el kirchnerismo.

Cuando se discutió el presupuesto, los jefes comunales dialoguistas del peronismo pusieron sobre la mesa el manejo de los planes. Conocen la importancia de los mismos para controlar el territorio. En el PRO cedieron, porque necesitaban avanzar con la aprobación de la ley de leyes. Pero ahora, de a poco, se les empieza a poner en contra la situación, sobre todo cuando enciende las alarmas el presidente del PJ, Fernando Espinoza. Es insólito: el kirchnerismo podría agitar el conurbano con las herramientas que le da Cambiemos.

La interna entre Vidal y Emilio Monzó es una de las más comentadas. Pero tampoco se entienden a veces los movimientos del intendente de Vicente López, Jorge Macri. ¿Busca que le vaya bien o mal a Vidal? Sería una pregunta cuya respuesta no tendría margen a duda. Sin embargo no es así.

Días atrás, el diputado de su confianza César Torres, cuestionado en su momento por su extraña relación con las barras bravas del fútbol de ascenso, estuvo reunido con el cristinista intendente de Malvinas Argentinas Leonardo Nardini, quien en ese momento era -y es- cuestionado por contratar a actores militantes K en su distrito por cifras muy altas, y además tuvo que salir a explicar su salario voluminoso.

No es el único caso. Está bien que haya diálogo con distintas fuerzas políticas. Lo que no se termina de entender en algunas mesas es cómo Cambiemos cede al kirchnerismo las herramientas clave para hacer política en el territorio.

Esta situación es discutida internamente. Hay un amplio sector que pugna para parecerse en el manejo del Estado a lo que fue el kirchnerismo. Es decir, privilegiar a los propios y mantener a raya a los rivales políticos. Terminar con la lógica amigo-enemigo no implicaría ser inocente políticamente.

Para muestra basta un botón. Así como no se comprende lo descripto anteriormente, días atrás, cuando Fernando Espinoza dijo lo que dijo, el anfitrión de la reunión fue el intendente K de Bolívar, Bali Bucca. Poco después, lo tuvieron que parar a Manuel Mosca, el vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense, que estaba a punto de ir a sacarse una foto con él. ¿Inocencia o perversidad? Ésa es la cuestión.

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