Por Sebastián Dumont.-

Tras las manifestaciones de un grupo de intendentes del Frente para la Victoria pidiendo que se apruebe el presupuesto de la provincia de Buenos Aires se esconde su necesidad, no sólo de contar con recursos, sino de empezar a despegarse del cristinismo con el cual abrevan y el que les permitió en muchos casos llegar hasta acá. Ahora sirve decir que antes que nada son peronistas, pero su compromiso con la “década ganada” es elocuente. De todos estos nuevos jefes comunales, el que está mejor parado para quitarse el sello K es Gustavo Menéndez, pero el resto tendrá que transpirar mucho para que puedan “lavar su imagen”.

La necesidad tiene cara de hereje. Eso es lo que les sucede a los intendentes K que, como se ha escrito en este medio anteriormente, temen que Vidal aplique el “látigo y la chequera” para manejar los recursos, tal como lo hicieron Néstor y Cristina en su tiempo. Por eso, se muestran “colaboracionistas” y “sensatos”. En definitiva está en juego ahora su propia gobernabilidad que se sustenta, en el caso de las intendencias, sólo con poder mostrar acción y gestión. Pasaron de ser oposición a oficialismo en su distrito y ahora hay que demostrar cómo y con qué.

Claro que en estas expresiones difundidas en casi todos los diarios del domingo, hay un nuevo escalón de la jugada que comenzó a tejerse desde el 10 de diciembre. Dejar atrás al Frente para la Victoria para volver a decir que son peronistas. Pero no es tan fácil. CFK demostró que todavía, con un llamado, puede ordenar a cierta parte de la tropa. Y la pregunta es detrás de quién se alinearán. ¿De Scioli? Parece difícil. Y mucho peor si como se prevé la ex presidente tome la decisión de presentarse en 2017 por la provincia de Buenos Aires.

¿Cuál es el temor que infunde CFK para que la mayoría siga sus ordenes sin chistar? Muy simple. Ha acumulado carpetas de todos, propios y extraños de la mano de César Milani. “Los tiene a todos caminados” suele decirse en los ámbitos de la inteligencia.

Los nuevos alcaldes que buscan mostrase dialoguistas y con intenciones de dejar atrás el kirchnerismo son Juanchi Zabaleta (Hurlingham), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), Walter Festa (Moreno) y Gustavo Menéndez (Merlo).

De todos ellos, el que menos pasado K tiene es Gustavo Menéndez. El “Tano” terminó en el Frente para la Victoria como consecuencia del desaire de Sergio Massa en 2014. Pero siempre estuvo parado enfrente del cristinismo. Fue un ahijado político de Cariglino y luego también de Joaquín De La Torre. Pero el resto está más complicado.

Juanchi Zabaleta militó siempre en el peronismo de Morón desde los tiempos de Rousselot y desafió a varios peronistas históricos del distrito. Se recuerdan anécdotas varias de aquellos tiempos, como cuando el “flaco” Orbizo lo bajó del cuello del estrado en el concejo deliberante. También recibió mucho apoyo económico de los “barones” que después denostó. Hasta que llegó al Anses donde conoció a Amado Boudou y se convirtió en su mano derecha. Sello indeleble de sus tiempos K donde disputó las mieles del manejo de dinero sin control. Varias de esas carpetas coleccionó CFK.

Leonardo Nardini es el más joven de todos ellos y llegó a la intendencia de la mano de Luis Vivona su jefe político que adhirió al kirchnerismo desde el minuto cero. El subsecretario de deportes social tiene pasado en el peronismo pre K, pero no su ladero, el actual intendente. Por su cuestión generacional, su pertenencia es la Kolina, creada por Alicia Kirchner. Cómo reconvertirse es difícil. Sobre todo por los manejos que se han hecho durante todos estos años con dispendio de plata a ONG de dudosa confección, por citar un caso “benévolo”. Otras de las carpetas que atesoraría CFK para disciplinar, si fuera necesario. De las más leves.

En el caso de Walter Festa, quizá sea el intendente nuevo más vinculado a La Cámpora. Su campaña la banca esa organización de la mano del ahora muy cuestionado José Ottavis. Otra marca de agua difícil de quitarse del lomo.

Martín Insaurralde, luego de ser el candidato de Cristina en 2013, comenzó el proceso de despegue de manera inmediata coqueteando con Massa. Eso le valió duras críticas del ala dura K, pero luego volvió al redil tras no poder ser candidato a gobernador. Ahora encabeza la liga de intendentes que busca darle otro perfil. Necesitaran tiempo. El paso es muy reciente y acecha.

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