Por Carlos Tórtora.-

A cinco días del cierre de alianzas, la candidatura de Sergio Massa pasó a ser el nudo de la política nacional. La ofensiva de Jesús Cariglino, Fernando Niembro, Malena Galmarini, Federico Scarabino y otros para que el tigrense acuerde con Mauricio Macri ser candidato a gobernador por la alianza entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica instaló la impresión de que el giro sería inminente. Sin embargo, Massa impuso el juego dual porque anunció que el próximo miércoles tendrá lugar su primer debate presidencial con José Manuel de la Sota, confirmando así que su candidatura a presidente sigue vigente. O sea que todo indica que el suspenso puede prolongarse hasta el último momento. Más flexibles que antes a la posibilidad de que Massa sea candidato de su alianza, Ernesto Sanz y Elisa Carrió estudiaron en las últimas horas un complejo esquema para sumar votos en Buenos Aires, el distrito que hoy por hoy puede darle la Presidencia de la Nación al Frente para la Victoria o a Macri.

En esta nueva alquimia, Francisco de Narváez sería en las PASO precandidato a gobernador por la Coalición Cívica, el diputado nacional alfonsinista Miguel Ángel Bazze por la UCR y Massa por el PRO. Esto significaría que probablemente el jefe de gobierno se vería obligado a compensar a su actual candidata a gobernadora, María Eugenia Vidal, promoviéndola como su compañera de fórmula para octubre. Si semejante despliegue se concretara, la alianza opositora montaría un abanico lo suficientemente atractivo como para complicarle las cosas a Daniel Scioli y Florencio Randazzo, que aspiran a superar en las PASO la línea del 40% que los pondría a tiro de ganar la elección presidencial en la primera vuelta.

Críticas no faltan

Como era de esperarse, las mayores objeciones a la inclusión de Massa siguen proviniendo del núcleo duro del macrismo, hoy representado por Jaime Durán Barba y Marcos Peña. En el caso del primero, sus choques con Carrió en los últimos días fueron importantes. Aquellos dos plantean que la situación es más compleja de lo que parece en materia de sumas y restas de votos. Es obvio que yendo Massa con la boleta de Macri, la oposición estaría más cerca de ganar en la provincia de Buenos Aires. Pero la deserción de aquél de la carrera presidencial podría generar un efecto altamente negativo en el resto de las provincias. Los dirigentes -y votantes- que siguen la candidatura de Massa en el interior se encontrarían repentinamente desamparados, ya que ni el PRO ni la UCR estarían dispuestos a abrir sus listas para incluirlos a último momento en provincias como Santa Fe, Tucumán o Córdoba. Este abandono de Massa a sus huestes provinciales podría hacer que las mismas se arrimen rápidamente al Frente para la Victoria. Muy pocos de ellos votarían al PRO, al que culparían de haberlos dejado fuera de la carrera electoral.

En síntesis, que según estas críticas, los votos que la oposición aumente en Buenos Aires podría perderlos en el interior.

Por otra parte, no es un secreto que tanto Massa como De la Sota estarían conversando sotto voce con Carlos Zannini y otros operadores presidenciales en torno a un acuerdo distinto. Al cristinismo le interesa ahora cada vez más que el tigrense no retire su candidatura a presidente. Es que, si la renuncia se produce, una parte de los votos del Frente Renovador irían a parar al macrismo, facilitándole a éste cruzar en primera vuelta la línea de los 30 puntos. Entonces, de no alcanzar Scioli o Randazzo el 45%, el ballotage sería obligatorio para noviembre y el kirchnerismo se enfrentaría a la situación electoral más riesgosa desde el 2003. Aun descontando que por ejemplo el socialismo santafesino y el grueso de la centroizquierda acompañaran al gobierno, la experiencia de una segunda vuelta en paridad de condiciones sería inédita en la historia electoral argentina.

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