Por Carlos Tórtora.-

Con la provincia al borde del default, Axel Kicillof es la tercera figura política del país detrás de Cristina Kirchner y Alberto Fernández. El gobernador está en el punto crítico en su pulseada con el fondo Fidelity, el mayor tenedor del bono BP21, que rechazaría la propuesta de postergar el pago del vencimiento de 250 millones de dólares. Su actitud de preanunciar el default provincial no fue seguida por la mayor parte de las provincias y Córdoba, por ejemplo, se apuró en afirmar que mantendría el cronograma de pagos de sus obligaciones externas. Desde el momento en que asumió, se advirtió claramente que el gobernador bonaerense no se integraría a la liga de gobernadores. Su rol político es representar al poder territorial del kirchnerismo, para lo cual debe lidiar con un cuerpo de intendentes que en su mayor medida hacen gala de un kirchnerismo independiente. Durante largos meses, los alcaldes propulsaron un candidato a gobernador de su propio cuño, como Martín Insaurralde o la propia Verónica Magario y sólo la determinación de Cristina Kirchner mantuvo a flote la candidatura de Kicillof. Para éste la única conducción política es la de ella y su ministro de seguridad Sergio Berni se ocupa de enfatizar el mando político de Cristina, no evitando la polémica con el propio Alberto Fernández.

El presidenciable

De hecho, la subsistencia política del cristinismo está basada en la gestión de Kicillof y éste sería el elegido por ella para suceder a Alberto Fernández en el 2023. Una vez más un gobernador de Buenos Aires intentaría ser electo presidente, contando con toda la estadística en contra ya que Eduardo Duhalde no fue elegido por el voto popular sino por la asamblea legislativa.

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