Por Guillermo Cherashny.-

El sabor amargo que le dejó a Juntos las elecciones del domingo pasado no empaña su aplastante triunfo en todo el país. En efecto, la remontada del Frente de Todos en la PBA y un poco en CABA fue un aliciente para un gobierno que estaba groggy desde el 12 de septiembre y que le permite mantener la primera minoría en la cámara de diputados con 118 legisladores -sólo dos menos de los que tenía antes de las elecciones.

No cabe duda de que las explicaciones de esta remontada se encuentran en la «agenda Massa», es decir, las medidas de alivio fiscal en favor de los sectores más perjudicados en la pandemia, y la eficaz tarea de los intendentes peronistas del conurbano. Pero que el gobierno nacional lo tome como un triunfo electoral, en lugar de la derrota que sucedió, es un grave error de apreciación que lo puede forzar a equivocarse nuevamente. La campaña del sí que ideó Antoni Gutiérrez Rubí, el asesor catalán de Sergio Massa, fue clave en este acercamiento en la PBA, que pasó de una diferencia del 4,5% al 1,3% y que permitió también un empate en el senado bonaerense y que le dio aire al gobierno nacional.

El economista liberal Germán Fermo describió el resultado en La Nación+ en un reportaje con Pablo Rossi al decir que después de las PASO el gobierno quedó knock out y el domingo pasado perdió por puntos. Sin embargo, la derrota en todo el país fue aplastante y Frente de Todos obtuvo entre el 33 y 34% de los votos a nivel nacional, el guarismo más bajo del peronismo en su historia, y se originó en la desastrosa gestión económica del gobierno nacional y en parte menor por la grave pandemia que azotó al mundo y a nuestro país, y la celebración del supuesto triunfo fue una actitud negacionista del presidente, que lo tomó como un triunfo personal, a diferencia de Máximo Kirchner y La Cámpora, que lo tomaron como una derrota, al igual que los gobernadores peronistas. Y eso se vio claramente con la columna camporista alejada de la Plaza de Mayo.

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