Por Carlos Tórtora.-

La brevísima crónica del lanzamiento de la candidatura presidencial de Alberto Fernández es todo un espejo de la crisis del gobierno. De gira por España, el presidente le admitió al diario español El País que ya tenía decidido presentarse a la reelección. Apenas 48 horas después, ya en Francia, Alberto dio marcha atrás y enfatizó que no piensa en la reelección. ¿Qué paso en el medio? El peronismo receptó en silencio el lanzamiento presidencial y sólo Aníbal Fernández y el gobernador de Tierra del Fuego Gustavo Melella salieron a aplaudirlo. Ni siquiera los albertistas se mostraron entusiasmados. Entre otras cosas, la candidatura de Alberto no es vista como una operación real sino un recurso más para contener la fuga de poder que sufre el presidente a medida que se acerca el 2023 y el kirchnerismo lo asedia.

Al desdecirse de la candidatura, Alberto les confirmó a sus aliados que él no es confiable y que se maneja casi siempre en los márgenes de la ambigüedad.

En el entorno de Cristina Kirchner festejaron la bajada del presidente de su candidatura como una señal de su agotamiento. La intención real de Cristina Kirchner es una incógnita. Rotos los puentes con su jefe el presidente, ella debe optar entre intentar voltearlo o seguir desgastándolo para que se rinda. Un Alberto confundido y aturdido como es el actual es blanco fácil para los operadores de la vicepresidenta.

El frío peronista

El silencio peronista que abortó el lanzamiento de Alberto tiene varias claves. Una es que los gobernadores peronistas temen que se formalice en todo el país la división entre el Frente de Todos, más cerca del gobierno, y Unidad Ciudadana, incondicional de Cristina. De ser así, se dividiría el voto en muchas provincias, quedando expuesto el peronismo a perder varias gobernaciones. “Cristina debería pensar más en el 2023 y menos en su pelea con Alberto”, sintetizó un gobernador en el plenario realizado en el CCK.

Share