Por Guillermo Cherashny.-

A nadie le caben dudas de que en nuestro país hay una crisis política importante y que se manifiesta por una corrida cambiaria que comenzó el 24 de abril y todavía no terminó, aunque ayer el gobierno celebró que el dólar bajó de $ 40 a $ 38. Pero el riesgo país estuvo entre 778 y 803 puntos básicos, es decir que la tasa de interés siguió en el 60%, se perdieron reservas por 1132 millones de dólares en el día y 5500 millones de dólares en el mes de agosto y el BCRA se desprendió de 250 millones de dólares para bajar 2 pesos la cotización del dólar a la espera que Nicolás Dujovne, el cuestionado ministro de finanzas, viaje a Washington a pedir que le anticipen los 12.000 millones de dólares del 2020 al 2019, lo cual es invadir atribuciones sobre el futuro gobierno que asuma el 10 de diciembre del 2019. A cambio, ofrece un ajuste mayor para terminar el 2019 con un déficit fiscal del 0,5% del PIB contra el 1,3% acordado en el último cierre con el fondo.

Este nuevo ajuste sería fácil de lograr si el gobierno cancelara toda la obra pública, pero como es su único argumento electoral, por ahora no lo va a hacer. Pero no es una cuestión de números sino, como dijimos, es una crisis esencialmente política de un esquema de conducción centralizado en el presidente y su jefe de gabinete Marcos Peña, que prescinde del resto del arco político como es el Peronismo Federal, al cual necesitan para cerrar el número del ajuste. Pero el presidente y Peña representan justamente el ala anti política del gobierno. Eso es precisamente lo que les falta: política, de ahí que la renuncia indeclinable de Marcos Peña, Lopetegui y Quintana es imprescindible para terminar la corrida cambiaria, que vale recalcar todavía no terminó, como explicamos más arriba, y no terminará hasta que el principal responsable de la tarde trágica del 28-D, es decir, Marcos Peña no renuncie y se cambie y reduzca el gabinete.

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