Por Carlos Tórtora.-

Una encuesta reciente de Synopsis puso en evidencia uno de los ejes de la crisis del Frente de Todos. Las conclusiones de la encuesta son contundentes: Alberto Fernández y Sergio Massa ya no le aportarían al Frente de Todos una cuota significativa de votos. Hoy, de los 23,9 puntos de imagen positiva, Fernández comparte 22,6 con la expresidenta y aporta un plus de apenas 1,3. Mientras que Cristina agrega 4,9 propios (la quieren a ella y no a él) para crecer hasta 27,5.

En tanto, Sergio Massa queda último en la tabla de imágenes de Synopsis, con apenas 15,5% de imagen positiva: 14 que comparte con Cristina Kirchner y sólo 1,5 propio.

La traslación de esta encuesta al campo político es simple. En el entorno de Cristina se comenta con insistencia que, si el 14 de noviembre se repiten los resultados de las PASO, sería evidente que la coalición gobernante, en la práctica, quedaría reducida a la cuota de poder de ella. La clave del éxito electoral del Frente de Todos en el 2019 fue que Massa y Alberto le daban al kirchnerismo duro el plus que le garantizaba el triunfo. Este plus habría casi desaparecido. La conclusión es obvia: ahora el kirchnerismo duro estaría dispuesto a reclamar la casi totalidad del poder. La realidad es que la vicepresidenta no le dejaría margen a Alberto para recuperarse del colapso de su imagen después del Olivosgate. El presidente quedó más debilitado que antes por los cambios en el gabinete y, además, es obvio que el protagonismo lo asume hoy Juan Manzur.

Nadie quiere dar la cara

Es obvio que Cristina no está dispuesta a cargarse la campaña al hombro, porque no quiere pagar los platos rotos. Pero no es menos cierto que, si se ausenta demasiado, estaría reduciendo aún más las ya escasas posibilidades de remontar el resultado de las PASO. Alberto, por su parte, tampoco muestra interés en plantarse en el centro de la campaña electoral, seguramente convencido de que la derrota es inevitable. Esta situación sin salida obligaría a un acercamiento entre ambos. Si de lógica se trata, ambos deberían llegar a un acuerdo para tratar de reducir la derrota a un margen soportable. Si esto se lograra, Alberto podría intentar retener la cuota de poder que todavía ejerce y no pasar a ser un presidente títere.

Ante la semicerteza de la derrota, la vicepresidenta respondería con los reflejos que la caracterizan, buscando concentrar aún más el poder. Pero para el 14 de noviembre falta un siglo.

Los miedos marcan, y mucho, esta situación. Que un intendente K diga que no se puede remontar el resultado de las PASO es un síntoma inconcebible. 20 días atrás, el jefe comunal de Escobar, Ariel Sujarchuk, dijo lo que la mayoría de los intendentes piensan. Éstos creerían que la convocatoria de Martín Insaurralde a sumarse al gobierno platense a un paso de la debacle es un presente griego. Parece haber consenso en la dirigencia peronista en dejar solo al kirchnerismo con el peso de la derrota.

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