Por Carlos Tórtora.-

La aparición en escena del default selectivo y el no desembolso de los 4500 millones de dólares por parte del FMI, sumados a un blue que ya escapa por encima de los 60, sellaron la desconfianza de los mercados sobre el escenario político. La velocidad de la crisis es tal que una de las pocas certidumbres que hay es que el tembladeral económico se profundizará antes de las elecciones del 27 de octubre. No es casual que Alberto Fernández se tome una semana en España -una forma de eludir la presión periodística- mientras espera los efectos de las medidas oficiales. El candidato K, sin sufrir el desgaste extremo de Mauricio Macri, no consigue tampoco un voto de confianza de los operadores económicos. Su agenda da muestras de seriedad cuando conversa con Martín Redrado y Carlos Melconian o recibe a la Mesa de Enlace. Pero se balancea negativamente cuando dice que Nicolás Maduro encabeza un gobierno apenas autoritario o cuando corren rumores sobre la instauración de una nueva Junta Nacional de Granos. Aunque es temprano para afirmarlo, parece haber alrededor del candidato una incipiente puja entre sectores populistas y pro mercado que bien puede trasladarse al centro del poder.

El juego de equilibrios inestables que practica Alberto F le permite surfear la realidad pero le resta confiabilidad

A todo esto, el cristinismo ortodoxo no habla, porque su jefa casi no lo hace, eludiendo así la crítica de los medios oficialistas que buscan sin éxito a Cristina Kirchner como blanco.

No sin acierto, Alberto F planchó la discusión sobre su futuro gabinete para más adelante. Ningún gabinete podría salir indemne de las actuales presiones. Todas las miradas están puestas en el BCRA, porque en el gobierno anticipan una estrategia agresiva para frenar el dólar y una baja sensible en las reservas haría que el futuro gobierno asuma muy debilitado. El requerimiento de la Iglesia Católica de que se declare la emergencia alimentaria y nutricional parece señalar la posibilidad de que haya síntomas de descontrol social.

Hipótesis

La otra alternativa es que la debacle del oficialismo se acelere, por ejemplo, estallido social mediante, y que Macri deba entregar el bastón de mando antes de tiempo. Pero esta hipótesis, abiertamente inconstitucional pero aplicada en el 89 por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, sería doblemente grave para el macrismo si se concreta antes de las elecciones. Si Macri renuncia como presidente, se caería también como candidato y la cosecha de legisladores nacionales y provinciales, intendentes y concejales que obtendría el macrismo sería ínfima en relación a los números actuales. En síntesis, que Macri debe continuar en la Casa Rosada para asegurarse la continuidad de su estructura de poder a través de una derrota honorable en las urnas o de un milagro que lo haga pasar a una segunda vuelta que, hoy por hoy, no aparece en el radar de los encuestadores.

En realidad, la precipitación de la crisis económica y el descontrol del dólar y el riesgo país que enmarcan el retorno del peronismo al poder son una especie de victoria pírrica del macrismo. Los mercados desconfían de la dupla Alberto F-CFK pero a la vez repudian al grupo gobernante. La diferencia está en que Alberto F tiene chances para corregirse, en tanto que el gobierno ya casi no puede hacer nada.

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