Por Guillermo Cherashny.-

Cuando el coronavirus se convirtió en una pandemia mundial, los países tuvieron diferentes estrategias y una de ellas fue la cuarentena que se aplicó en nuestro país, que motivó varias manifestaciones masivas del PRO y de los entonces liberales, que se convirtieron en libertarios. Esos manifestantes eran un muestrario variopinto que incluyó a sectores que no tenían militancia política, como a los que se quedaron sin trabajo o sin changas y también a los trabajadores y clientes de los gimnasios, que se unificaron en un grupo «gimnasios unidos». Ahí se juntaron lúmpenes y clases medias y también alta, que practican todo tipo de deportes, aunque prevalecieron los más castigados de la población que tienen trabajos de ocasión y aparecen «los copitos» y el colectivo de «Revolución Federal», todos ellos convocando a la violencia, junto a los musculosos de «gimnasios unidos». Pero «los copitos» y «Revolución Federal» ejercieron un fuerte terrorismo verbal que, en el caso de los que atentaron contra la vicepresidente, directamente pasaron al terrorismo de acción y no lo hicieron en ámbitos privados, como dice el periodismo que minimiza esta violencia. Lo hicieron en Twitter Space, que son conversatorios en la red del pajarito en los que cualquiera puede participar, o en los Instagram Live, es decir, en vivo, por esa red social y también en Facebook y TikTok. Esa incitación a la violencia se convirtió en terrorismo cuando gatillaron a centímetros de la cabeza de CFK y, si en los próximos meses pasan al olvido, será por acción de la justicia y la sociedad. A diferencia de Francia, este germen de terrorismo no fue ejecutado por quienes estuvieron presos sino por descartados de la sociedad. No hubo responsabilidad ni conexiones políticas pero el musculoso al que Sabag Montiel intimó a que se haga cargo de su defensa, como los hermanos de «Toto» Caputo, ex BCRA, comprando carpintería a un amateur como Jonathan Morel, es algo muy raro que se deberá investigar. Pero, si bien no está probada por ahora la conexión política, es necesario dilucidar si los discursos de odio de la oposición y algunos medios de comunicación alentaron a cometer el atentado; y los ejemplos de Israel, Estados Unidos y la guerra civil de Ruanda son ejemplos de que los discursos de odio generan asesinatos o intentos de magnicidio.

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