Por Rodolfo Patricio Florido.-

Transformar a los encuestadores en analistas políticos es lo mismo que transformar una instrumentista quirúrgica en cirujana cardiovascular. Lo señalo sin el menor descrédito para esas dignas profesiones. Pero es la realidad. Los encuestadores miden el humor social, identifican las preocupaciones ciudadanas, indican el nivel de aceptación y/o rechazo de los candidatos, pero, su error y el de los que preguntan, es pretender que el resultado del laboratorio lo analice el laboratorista y no el médico.

Su capacidad para analizar es en general muy vaga y poco formada, de hecho no es su trabajo. Su trabajo es diagnosticar no tratar. Hacen afirmaciones que transforman en supuestas certezas matemáticas, sobre todo cuando lo que están buscando es obtener contratos de tal o cual candidato. Se enamoraron de ellos mismos. Se ven en televisión invitados por un periodismo desesperado y dominado por los números y hablan de estrategias electorales, resultados de alianzas, necesidades de cambio, etc., etc., etc. Ya no opinan como encuestadores sino que se arrogan el papel de analistas y/o consultores políticos.

En realidad las encuestas son como una radiografía y las tratan como películas. Y los encuestadores, incluso sus equipos que diseñan la muestra y escriben su resultado, no están especializados para ASESORAR. El problema es que los que menos saben son los que los han endiosado porque, supuestamente, disminuyen la incertidumbre. Y, la incertidumbre es el sentimiento intelectual más incómodo que existe para el ser humano. Es por eso que la clase política y vastos sectores del periodismo buscan generar afirmaciones donde en realidad hay interrogantes.

Un ejemplo claro es lo que sucedió en el ballotage en Capital. Muchos encuestadores invitados como analistas para explicar su propio fracaso, terminaron construyendo una explicación absurda que los excuse de un diagnóstico absolutamente fallido y totalmente fuera de los llamados márgenes de error.

En realidad lo que sucedió en la Capital era absolutamente previsible y solo necesitaba un análisis lineal propio de la ciencia política y en particular de las escuelas polimétricas. El enemigo político número uno del oficialismo nacional kirchnerista es Mauricio Macri. El voto kirchnerista es un voto sumamente disciplinado y con una matriz vertical muy elevada. Más allá de 1 o 2 puntos más o menos, los candidatos kirchneristas se han ubicado en el resultado de la primera vuelta en los últimos 4 años, sea esto con Filmus, sea ahora con Recalde. Por su parte, los votos de la izquierda tradicional, jamás votarían por un candidato al que tildan de conservador y/o de derecha.

En consecuencia, la gran mayoría de esos votantes (kirchneristas e izquierda) bajo ninguna circunstancia votarían por su principal adversario nacional y/o por su principal adversario ideológico y de clase. Es más, si no hubiese habido ese 5% de votos en blanco, claramente no macristas, hubieran depositado a Lousteau en la Jefatura de Gobierno. Habrían expresado que el triunfo de Lousteau era un triunfo de ellos y habrían festejado como si no hubieran quedado 3eros y 4tos respectivamente.

La opción no necesita un exceso de análisis de muchos pseudo analistas –no todos- que buscan contratos millonarios del poder que está y el que tiene la expectativa de llegar. Hacerle perder el Gobierno porteño a Macri, habría sido un golpe casi definitivo para sus aspiraciones presidenciales por lo que implicaría en el imaginario colectivo la pérdida traumática de la Capital Federal. Esto habría potenciado la candidatura de un Scioli que se muestra como una especie de simbiosis de laboratorio entre Macri y Cristina.

Poco les habría importado que los votos de Lousteau también hubiesen sido opositores al kirchnerismo y eventualmente se dirigieran hacia Sanz en las PASO y hacia Stolbizer en las elecciones nacionales. Lo único que importaba era potenciar a Scioli para que gane en la primera vuelta porque su destino en una segunda vuelta electoral sería extremadamente complicado. ¿O alguien piensa que los votantes de Stolbizer y la propia Stolbizer -una de las principales denunciadoras de la corrupción y el maltrato cristikirchnerista- se dirigirían hacia el kirchnerismo que demandan en tribunales y repudian en política? Casi imposible.

En realidad la situación es muy clara, clarísima. El Gobierno no quiere llegar a una segunda vuelta electoral de destino incierto. Quiere ganar en primera alcanzando el 40% con una diferencia del 10% con el segundo lo que le permitiría evitar el camino de una segunda vuelta en donde las terceras y cuartas fuerzas electorales (hoy por hoy los votantes de Massa y Stolbizer), votos opositores por cierto, los depositen en el infierno más temido. Dentro de esa lógica, el Gobierno Nacional hará todo lo que esté a su alcance para que esas terceras y cuartas fuerzas políticas hagan una elección muy buena, de manera tal que el voto opositor se disperse entre tres y la diferencia del 10%, suponiendo que lleguen al 40%, se cristalice y les asegure la continuidad que se supone Scioli debe garantizarles.

Si no se entiende esto último no se entiende nada. Muchos deberían reflexionar sobre aquel concepto que vertiera John Fitzgerald Kennedy cuando dijo: “En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él”.

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