Por Sebastián Dumont.-

La imperiosa necesidad que mostraron los intendentes de Frente para la Victoria en cuanto a la aprobación del presupuesto puso de relieve su propia inacción durante la era K al haber cedido sin chistar el armado de las listas a Néstor primero, y a Cristina después. Ahora se ven las consecuencias de ello. Salvo en algún caso aislado, los jefes comunales no tienen ascendencia directa con los legisladores provinciales que representan a las secciones electorales donde se encuentran sus municipios. Casi ninguno de ellos tiene responsabilidad territorial.

Esta experiencia, donde la batuta de las negociaciones con el gobierno provincial de parte del kirchnerismo la llevaron adelante los diputados José Ottavis, Walter Abarca y el Chino Navarro. Ninguno de los tres tiene terminales en la liga de los intendentes. Le importan otras cosas. Les da lo mismo si tal o cual jefe comunal puede pagar los sueldos o hacer obras. Salvo donde ellos negociaron contratos para sus propios militantes. En definitiva, no tienen responsabilidad territorial.

En el caso de Ottavis, viene de La Cámpora y la conducción de Cristina Kirchner vía Máximo hace que la estrategia esté por encima de las necesidades de los alcaldes. En el caso de Walter Abarca, fue secretario de Néstor Kirchner y es de Saladillo. Quizá el caso del Chino Navarro sea levemente distinto porque su organización del Movimiento Evita tiene presencia en muchas comunas. Pero están por encima de los intendentes. Y no les responden.

Con la exposición de esta discusión, queriendo o no, comenzó la búsqueda de un retorno a la lógica que imperó durante el duhaldismo. Para muchos es mala palabra referirse al ex presidente y ex gobernador. Pero a la luz de los resultados, durante su tiempo, los jefes comunales tenías otro peso para decidir los candidatos, y además contaban con recursos para hacer obras. Existía el fondo de reparación histórica del conurbano.

Ahora se da una discusión similar. Es verdad que para tener mayor protagonismo, un grupo de intendentes decidió crear el Frente Renovador con Sergio Massa en 2013. Pero la inmensa mayoría se quedó silencioso en el kirchnerismo que los disciplinaba con la caja y la amenaza de las carpetas que elaboraba, en el último tiempo, César Milani a pedido de Cristina y que difundía el grupo de medios sostenido con la pauta K. De ese silencio ahora pagan las consecuencias. Muchos hablaban por lo bajo, pero no se animaron a cuestionar los armados. Por eso, le llenaron las listas de camporistas con poca experiencia en el manejo territorial.

¿Por qué se habla de volver a la lógica duhaldista? Muy simple. El ex presidente cuando gobernó la provincia de Buenos Aires estableció una lógica que dividió al peronismo en la liga federal y la Lipebo. Pero a la hora de discutir las listas seccionales -senadores y diputados provinciales- los intendentes se reunían entre ellos y discutían hasta que salía el listado que luego Duhalde aprobaba. Quizá pedía la incorporación de algún nombre. Y estaba tácito el acuerdo que decía: “intendente que pone diputado, no pone senador y viceversa”. Néstor Kirchner rompió todo. Hoy los propios alcaldes, ven las consecuencias.

El otro gran tema es el dinero y la independencia para hacer obras. Aunque reniegan, los peronistas del conurbano están consiguiendo de Vidal lo que no consiguieron del kirchnerismo: que en el presupuesto quede claro cuanta plata van a tener para obras e incluso para libre disponibilidad. ¿Una especie de nuevo fondo del conurbano? Tal vez. Aunque para los marketineros y adictos a los nuevos tiempos de la comunicación, Eduardo Duhalde represente lo viejo, las formas del duhaldismo son reivindicadas en los hechos. E incluso añoradas.

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