Por Guillermo Cherashny.-

El discurso de José Manuel de la Sota del domingo pasado a la noche, después que su delfín Juan Schiaretti ganara las elecciones de gobernador de Córdoba, fue de una dureza inusual. No en cuanto a Daniel Scioli, ya que decir que éste es el candidato de La Cámpora y Zannini es algo bastante trillado. Tampoco fue muy severo al nombrar a Mauricio Macri como representante de los noventa, otro argumento débil. Pero fue más drástico cuando dijo con firmeza que «Macri no tiene condiciones para liderar la oposición». En Córdoba, agregó que el jefe del PRO juntó el agua y el aceite de la vieja política, o sea, Luis Juez con la UCR.

Candidatos que no son líderes

Es decir que De La Sota le pegó donde le duele al jefe de gobierno, aludiendo a su antiperonismo y a que lejos de ser lo nuevo, como quiere aparentar, es la vieja política, al juntar a Juez con Oscar Aguad y el PRO. Así fue que Ramón Mestre, el intendente de la capital cordobesa, que es de la nueva política, postergó los comicios para la intendencia y lo dejó solo a Aguad. Es que el aliado de éste, Juez, acusa permanentemente a Mestre como corrupto. Entonces Aguad, golpeado, se despachó contra todos: a Macri le dijo que no puso fiscales en el interior de la provincia y a Mestre le plantó un candidato alternativo.

Por su parte, Felipe Solá y Daniel Arroyo, la fórmula de UNA para la gobernación de Buenos Aires, lanzaron un spot inusual y durísimo polarizando con Aníbal Fernández, vinculándolo directamente a las drogas. O sea que en UNA, uno de sus candidatos a presidente, De la Sota, más la fórmula bonaerense para gobernador y vice, no se gastan en propuestas que pueden ser muy buenas pero que el electorado no está predispuesto a escuchar. Tal vez lo que espera la gente de los dirigentes que quieren terminar con el ciclo K es claridad en la confrontación con el cristinismo. Sin embargo Massa, desde que se lanzó por la presidencia, insiste con una retórica ambigua y no se diferencia mucho de Macri, a quien se cuida de atacar mientras éste la manda a Carrió a que lo acuse de narco. El tigrense, en vez de presentarse en el juzgado respectivo para ponerse a disposición, la querelló por calumnias, que el juez acaba de desestimar hace pocos días. Hay analistas que sostienen que la tibieza de Massa frente a Macri obedece a que podría apoyarlo en una segunda vuelta. Las probabilidades de que ésta se concrete son pocas y en ese caso Massa corre el riesgo de que sus votantes apoyen a Scioli y no a Macri. En fin, al jefe de los renovadores le falta demostrar que por sus venas corre sangre de líder y no de pato, como le adjudican por su tibieza e indefinición. De ahí que en el PRO y la Coalición Cívica lo tilden de que sigue siendo K.

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