Por Carlos Tórtora.-

Cuando la política y las finanzas internacionales quedaron paralizadas por el inicio de la era Trump, la gestión de Mauricio Macri no está en absoluto en su mejor momento, salpicado por las secuelas del Lava Jato, el caso Arribas, etc. Las sospechas de corrupción oficial, por ejemplo, le quitan cierta fuerza a la persecución judicial a la corrupción K, porque la gente empieza a quejarse también de la actual. También dejan al gobierno del PRO más vulnerable ante las presiones de la nueva administración republicana, que tiene como aliados favoritos en la región a Colombia, Perú y Chile.

En materia financiera, el Ministro de Finanzas Luis Caputo le expresó al presidente que nada será fácil con el equipo de Trump. Pero hay una realidad previa para analizar: por su ajenidad al Partido Republicano, Trump apenas cubrió las primeras líneas de los cargos ejecutivos. De allí para abajo todo está por verse, o sea que sobran las incógnitas, sobre todo hacia Latinoamérica, que carece de prioridad estratégica. Esta lucha de posicionamiento entre los hombres del presidente y la vieja guardia republicana puede durar semanas.

Por lo pronto, a Macri le preocupa que Francisco, ya un opositor directo de Trump, decida con sus 80 años impulsar un movimiento social regional contra el populismo capitalista surgido del voto neoconservador. El PRO se maneja con un esquema electoral frágil y una maniobra de este tipo podría darle aire a CFK, por ejemplo, más aire del previsto.

Cambio de prioridades

Otro tema a caballo de la era Trump es si la misma obligará a cambiar las prioridades de las políticas de gobierno, colocando la seguridad y la lucha contra el narcotráfico al tope de las mismas. No son temas de las preferencias de Macri, quien por las dudas dio orden de aumentar los controles migratorios -muy propio de Trump- y de incentivar los planes de seguridad fronteriza.

Medio a ciegas, el PRO trata de acomodarse a tiempos que todavía no se definen y que no coinciden con su estilo new age.

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