Por Carlos Tórtora.-

La expropiación de Vicentin se convirtió en una desagradable sorpresa para el gobierno. Casi la mitad de los encuestados en distintas mediciones se pronunciaron contra la medida y la casi totalidad del sector empresario -para no hablar del agro- cuestiona la decisión. Para más detalles, la idea de estatizar la agroexportadora le dio oxígeno a la alicaída dirigencia de Juntos por el Cambio. El proyecto estatizador fue visto desde el primer día como una decisión de Cristina Kirchner que preanunciaría una ola de estatizaciones por pandemia, en función del estado de falencia por el que atravesarían cientos de empresas golpeadas por la cuarentena. No por nada, el proyecto de la diputada K Fernanda Vallejos para que el estado se haga cargo de acciones de las empresas que está subsidiando por el Covid-19 tuvo una repercusión importante. Es que buena parte de la sociedad percibe que la estatización de Vicentin derivará en una nueva Aerolíneas Argentinas con un déficit operativo multimillonario y miles de ñoquis que responderán a La Cámpora. Esta reacción negativa es, sin duda, un síntoma saludable de la sociedad. La Casa Rosada esperaba un ola de apoyo a la medida que hasta ahora no se dio y el presidente acusó el impacto y se defendió diciendo que le preocupaba mucho que Vicentin cayera en mano de capitales extranjeros. Como si una serie de agroexportadoras argentinas no estuviesen ya en manos de capitales brasileños, por ejemplo. No se advierte, además, que perjuicio podría existir para el estado si Vicentin fuera comprada por una firma extranjera, algo que en este tipo de empresas ocurre frecuentemente en casi todo el mundo.

Poco apoyo

Algo que llama la atención es la escasa cantidad de voces del oficialismo que se alzaron para defender la estatización de Vicentin. Uno de los motivos sería que la decisión de intervenir la empresa por el Poder Ejecutivo resulta demasiado injustificable. De más está decir que el principal aliado del kirchnerismo, Sergio Massa, exhibió un silencio férreo que sólo puede interpretarse como que no está de acuerdo. Desde la vereda de la oposición moderada, Roberto Lavagna apareció para sacar pecho, convencido tal vez de que el paso en falso de Alberto le ensanchaba su margen política como exponente de un peronismo friendly con el sector empresario. En este recuento de opiniones, hay que computar el llamativo silencio de CFK, que no alzó su voz para respaldar al presidente, tal vez para no reforzar la crítica de que se trataba en realidad de un proyecto suyo.

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