Por Carlos Tórtora.-

La reunión de tres horas de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y el posterior discurso de esta última en El Calafate dejaron instalada la existencia de una tregua. La interpretación de la misma es que ambas figuras estarían alarmadas por las altas probabilidades de que la economía se desbarranque. Ante la presencia del abismo, se habría impuesto entonces un alto el fuego en el gobierno.

El problema a dilucidar ahora es cuál es el destino de la tregua. Con relación a Silvina Batakis, el kirchnerismo oscila entre apoyarla o separarse para no compartir con ella su probable fracaso.

Daría la impresión de que la vicepresidenta intenta especular con los tiempos. Si la gestión económica se afianza, ella se adjudicaría el madrinazgo del éxito y si fracasa se sumaría a las críticas. Para Cristina lo importante es sostener su capital político, que consiste en mantenerse a distancia de una gestión presidencial fallida. Éste es un punto central, porque la tregua tendría poco futuro en la medida que la expresidenta necesita evitar cualquier identificación con el presidente, sobre todo cuando las encuestas lo hunden a éste en el peor de los escenarios.

Incógnitas

Existen además otros temas que influyen en esta frágil tregua, como por ejemplo el reciente fracaso del tratamiento por el Senado del proyecto de ley para ampliar la Corte Suprema de Justicia a 25 miembros, lo que deteriora el control de Cristina sobre la cámara alta. Esta última, ya que el salario básico universal no se implementará por falta de presupuesto, estaría decidida a que los planes sociales pasen a la órbita de gobernadores e intendentes. Mientras se multiplican las denuncias judiciales por extorsión contra dirigentes piqueteros que administran planes sociales, Emilio Pérsico y Fernando Chino Navarro se preparan para resistir el embate del kirchnerismo con más movilizaciones y cortes. Alberto temería desligarse de los piqueteros y la cuestión también influye en el destino de la tregua.

Por último, influye también sobre la tregua el interés de ella por nuevos cambios en el gabinete. Ayer, en su discurso, marcó claramente que no pretende revolear más ministros, pero en el albertismo no creen que esté diciendo la verdad.

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