Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner vive una etapa de entendimiento con Alberto Fernández. Es que éste se plegó a la ofensiva contra la justicia que tantas veces le reclamara su vice. El gobierno ingresó el proyecto de juicio político a los miembros de la Corte Suprema en la Comisión de Juicio Político de Diputados. Al mismo tiempo, el kirchnerismo le reclama al Ejecutivo que reforme por DNU el Consejo de la Magistratura. Por último, en la agenda de la convocatoria a extraordinarias, el gobierno incluyó el proyecto de ampliación de miembros de la Corte.

La realidad es que el kirchnerismo corre una carrera contra el reloj, porque el objetivo de voltear la actual Corte sólo sería alcanzable antes de que comience la campaña electoral y se ausenten de sus bancas la mayor parte de los legisladores. Por supuesto que la meta es contar con una nueva Corte que le garantice al kirchnerismo impunidad antes de que la contienda electoral haga que todo quede en la nada. Cristina se juega todo en este movimiento, porque sólo así podría revertir el tratamiento que el máximo tribunal le dé a varias de sus causas que llegarán allí luego de pasar por la Cámara Nacional de Casación.

Es un misterio -por lo menos hasta ahora- por qué Alberto había esquivado hasta días atrás los reclamos de la vicepresidenta y ahora sí los pone en ejecución.

El juego de los candidatos

El caso es que el lanzamiento de la guerra con la justicia provocaría en parte que ella haya adoptado una actitud más especulativa, cediendo en parte su centralidad política.

Desde que anunciara su luego desmentido renunciamiento a toda candidatura, CFK aparece menos en público y, por lo tanto, deja espacio para que otros lo hagan.

Uno que aumentó su protagonismo es Axel Kicillof, que ahora y contra su voluntad aparece como presidenciable. Es la figura que los kirchneristas quieren en caso de que la jefa no se presente. Pero el inconveniente de este proyecto es que el gobernador es también el único candidato a otros cuatro años en Buenos Aires, distrito que es el reaseguro del oficialismo en el caso probable de perder el control de la Casa Rosada. El ala dura del kirchnerismo no quiere verlo a Sergio Massa candidato y cree que Kicillof puede rivalizar con el ministro.

Por su parte, Massa no hace más que negar pero en su entorno confiesan que la ilusión está firme. Los massistas suponen que, si se consigue bajar algo más la inflación y subir más las reservas, el ministro podría cantar victoria e intentar cosechar su éxito con votos, toda vez que su figura puede atraer a los independientes y los peronistas no K, que ahora amagan con el dúo Schiaretti-Urtubey.

Por último está el propio Alberto, que todavía sueña con tener una chance y ser el candidato que surja de un acuerdo para evitar la confrontación entre Massa y Cristina. Todas estas hipótesis, más otras que pueden aparecer, asoman en función de que ella no parece convencida de ser candidata. Un paso en sentido contrario alteraría notablemente el panorama.

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