Por Jorge D. Boimvaser.-

Ser vecino de Jorge Altamira tiene ciertos privilegios. Hablar con el viejo dirigente con ese aire a José Barrita (“el abuelo”, ex jefe de la barra boquense, “La 12”, fallecido tiempo después de ser excarcelado por un doble crimen que no cometió ni ordenó hacerlo), es conocer algunos secretos que nunca los dirá en público.

Esa ventaja tiene la privacidad. Hace poco me crucé con el que fuera vocero presidencial de Fernando de la Rúa, Juan Pablo Baylac.

El hombre me confesó su opinión sin medias lenguas: “Ruso, cómo te gusta conspirar!, me dijo como sacándose un peso de encima.

Le respondí que soy periodista, no político. Yo relato los hechos, las historias de cada día, les guste o no a sus protagonistas. Los conspiradores son los inútiles que llegan al poder mintiendo descaradamente con planes que saben jamás podrán cumplir.

Alfonsín rezaba aquella frase que “con la democracia se come, se cura y se educa”. Pero en las últimas décadas en democracia todo eso se hace mal. Son los malos políticos quienes conspiran contra sí mismos. Y querer cambiarlos o que se vayan si no sirven no es ser golpista, como nos quieren hacer creer el kirchnerismo. ¿Acaso el “Chacho” Álvarez no fue el primer golpista contra el gobierno de la Alianza?

Volviendo al inicio, charlar en off con Altamira me permitió varias veces antes de los últimos comicios, saber por qué la izquierda no puede ir unida a las elecciones.

Y no hablo solo del domingo 25 de octubre, hace muchos años que le pregunto lo mismo. Espero ver si me da una respuesta diferente, pero siempre repite lo mismo.

José Samuel Wermus, nombre verdadero de Jorge Altamira (la justicia le concedió la potestad de llamarse de ambas formas después del exilio), siempre contesta lo mismo.

A Luis Zamora lo llaman una y otra vez para unirse, pero la respuesta de este hombre que alguna vez intentó romper la APDH (Asamblea permanente de los Derechos Humanos), es siempre negativa y a la vez neurótica.

El paso de Luis Zamora por la Cámara de Diputados no es bien recordado entre la izquierda local. Como si fuera Diana Conti o los llamados barones del conurbano, todos sus empleados debían entregar parte de su sueldo a la entonces esposa del diputado, Noemí Oliveto.

No es un abogado exitoso, como los Kirchner… ni un titán vendiendo colecciones de libros como decía serlo Aníbal Fernández.

“Cuando el billete hace que baila… la mierda corre y la traición también” canta el Indio Solari en “Torito es muerto”.

No sabemos si su vocación por la ruptura y la desunión de la izquierda es neurosis o cómo se llama, tampoco podemos decir que corre dinero tras sus portazos. Solo que es sospechoso estar diciendo ser de izquierda y terminar siendo, como se dice ahora, “funcional a la derecha”.

Norberto “Pappo” Napolitano le diría: “Nene, buscate un trabajo decente”.

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