Por Sebastián Dumont.-

Daniel Scioli necesita ser candidato el año que viene por varias razones. Una de ellas es su supervivencia en la política y la otra es el frente judicial que viene avanzando sin la misma estridencia que el de CFK pero con una firmeza importante. Así suelen asegurar aquellos que conocen los pasillos de los tribunales platenses. En dicho sitio se tramita la causa que ya tiene llamado a indagatoria al ex jefe de gabinete Alberto Pérez y a quien era Director General de Administración, Walter Carbone, el hombre del dragón en el country Abril. Lo que va quedando expuesto a medida que los fiscales se topan con las pruebas es cómo estaba organizado el sistema de recaudación en negro con facturas truchas que se diseminó por toda la administración no bonaerense.

Difícil pensar que Scioli no estaba al tanto de lo que hacían su ex jefe de gabinete y sus hombres más cercanos. La justicia avanza en la investigación de un sistema de recaudación que abarca a casi todas las áreas del gobierno provincial anterior y que estaba armado como una suerte de pirámide.

Cada Ministerio contaba con una Dirección General Administrativa conocidas en la jerga como las DGA. La más notoria era la que manejaba Walter Carbone porque se trataba de la jefatura de gabinete, el lugar por donde se canaliza el mayor poder del sciolismo.

Pero la mecánica era similar en todos los ministerios. Otra mirada fuerte está puesta en el Ministerio de salud que manejaba el ahora concejal de Tres de Febrero Alejandro Collia. Allí el titular de la DGA era el marido de la entonces titular de Educación, Nora de Lucía. Su nombre es Gerardo Pérez, quien supo además en otros tiempos estar cerca de Alfredo Atanasof.

Fuentes confiables aseguran que Gerardo Pérez era un eslabón importante en el esquema piramidal de recaudación similar “Al de la bonaerense” suelen decir en los pasillos de los tribunales.

El festival de facturas truchas llegó a casos ridículos. Al parecer, había varias cuevas en La Plata donde se imprimían los comprobantes que utilizaban el encabezado de una firma verdadera, pero hacían un collage con el resto. Es así que kioskos de La Plata aparecen facturando en un mes lo que no podrían recaudar en años.

Claro que para ello es clave el rol del tribunal de cuentas. Se sospecha que en muchos casos los contralores tenían acuerdos para ver qué facturas revisar y cuales no. Ese organismo es presidido por Eduardo Grinberg, un hombre de Leopoldo Moreau, radical camporista.

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