Por Carlos Tórtora.-

La liberación de Lula da Silva, esperada aunque no tan rápido, forma parte de una oleada de acontecimientos de distinto origen que conmocionan Sudamérica. La racha empezó dos meses atrás con la irrupción en Quito de miles de manifestantes indígenas que mantuvieron la ciudad bajo control durante diez días protestando contra el aumento del precio de los combustibles dispuesto por el presidente Lenin Moreno y luego suspendido ante los hechos. Hoy, a dos meses del comienzo de la crisis, ésta vuelve a recrudecer por la decisión de Moreno de quitarle el subsidio a los combustibles.

El siguiente episodio se dio en Perú, donde el presidente Martín Vizcarra decidió, apoyándose en una interpretación constitucional, cerrar el Congreso y convocar a elecciones legislativas en enero próximo. La crisis recién empieza y Vizcarra suma amplio apoyo popular.

Chile es el tercer caso en la crisis regional y ya van dos semanas de disturbios y manifestaciones sin que el gobierno de Sebastián Piñera pueda poner orden. Para intentar calmar las aguas, Piñera aceptó las críticas sociales a las subas de tarifas y las políticas de salud y previsional, entre otros temas. Este tembladeral del modelo chileno impacta en las economías de la región que siguieron el rumbo de aquél.

Por último, Evo Morales quedó bajo sospecha de haber cometido fraude en las recientes elecciones presidenciales, donde se adjudicó el triunfo en primera vuelta cuando todo indicaba que su adversario Carlos Mesa estaba llegando a los números requeridos para una segunda vuelta.

Un moderador

En este contexto aparece Lula retomando la conducción del PT en coincidencia con la llegada al poder de Alberto Fernández. La liberación se da en medio de la mayor tirantez diplomática entre Buenos Aires y Brasilia de que se tenga memoria. Jair Bolsonaro considera a Alberto F como un socio político de líder del PT y lo viene agrediendo en forma sistemática. Estas escaramuzas pueden afectar el equilibrio inestable del Mercosur, sobre todo a partir de la entrada en acción de Lula.

No hay duda de que, en el estado de debilidad en que se encuentra la economía argentina, Alberto F debe priorizar su futura negociación con el FMI, para la cual necesita el apoyo de Donald Trump. En este sentido, Lula puede ser el moderador de tensiones que le permita a Alberto F moverse con mayor comodidad en los escenarios de crisis y sobre todo en la crisis venezolana el alineamiento de cada país en la misma es tomado por Washington como la muestra de su alineamiento. Y Macri deja a la Argentina en una de las posturas más duras del Grupo de Lima.

Es obvio que en su estrategia de retorno al poder, Lula cuenta ahora con la Argentina como el primer bastión del progresismo moderado y hoy por hoy la niña mimada del Foro de San Pablo.

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