Por Guillermo Cherashny.-

El domingo pasado en Corrientes se demostró que la ola amarilla está más fuerte que el 13 de agosto y los analistas dicen que tomó impulso porque en el tercer trimestre el ritmo de crecimiento está en el 4% anual, aunque en el año estará entre el 2,7 y el 3%, casi lo mismo que cayó en el 2016, lo que demuestra que es más un rebote que un crecimiento económico y que es sólo en la compra de durables como autos, motos y electrodomésticos, y también con los créditos hipotecarios con el sistema UVA, que abre algunas incógnitas, porque la inflación no cede. Es más, se cree que en septiembre el costo de vida aumentó el 1,7% por encima del mes de agosto y que la inflación núcleo estaría cerca del 2% pese a las altas tasas de interés de las Lebacs, que el BCRA mantuvo en el 26,25%, lo que demuestra que, si se espera un 21% de inflación como dice el gobierno, sobrarían 5 puntos de tasa. Pero el problema está en los agregados monetarios que suben a más del 30% mensual por el ingreso de capital del endeudamiento externo para cubrir el déficit fiscal y quizás el rebote o crecimiento económico se da por la suba de la inflación que, en caso de que se aumenten la nafta y tarifas de gas, luz y transporte para después de las elecciones, se pueda acercar al 25% anual, es decir, la misma cifra que tenía Kicillof, pero con la noticia negativa de que el Central debe un billón de pesos en Lebacs, aunque se abandonó el asilamiento intencional, el INDEC es serio y hay libertad económica, lo cual es muy positivo. Pero está claro que no es la economía ni las obras públicas el origen de la ola amarilla, aunque tienen su influencia. El verdadero motivo de la ola amarilla es que un importante sector del electorado -más del 40%- quiere terminar con Cristina y puede ser mucho mayor ese porcentaje si se suman los votos del peronismo no K y los de Massa.

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