Por Guillermo Cherashny.-

Parece increíble que, pese a la gran cantidad de denuncias de corrupción contra funcionarios que se realizaron en estos doce últimos años, casi ninguna prosperó, salvo la que tuvo por imputada a Felisa Miceli, a la cual un tribunal oral le aplicó apenas tres años sin cumplimiento efectivo. Así es que de cientos de denuncias bastante fáciles de comprobar, ninguna ha llegado a nada, por el eficaz manejo de la justicia por parte del gobierno, que hasta ahora ha logrado su objetivo. Aparentemente, la tendencia es que los casos de corrupción no den grandes novedades durante la campaña electoral. Una razón es que actualmente la justicia federal está atajando los penales que patea la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, que se diferencia de Loretta Lynch, la Attorney General de los Estados Unidos, en que se dedica a encubrir en vez de acusar. Todo esto sin que se adviertan reacciones populares importantes, salvo la marcha del 18 F desencadenada por la muerte de Alberto Nisman.

No hagan olas

Quizás esta extraña realidad tenga una explicación sociológica que fundamentalmente pasa por el hecho de que la mayoría de los argentinos criticaría la corrupción simplemente porque no puede ejercerla y se queda fuera de los negociados. Esta teoría, desde ya, es muy discutible. En Chile, la fortuna acumulada por el hijo de Augusto Pinochet fue de 350.000 dólares y luego se registró un negociado de figuras de la derecha por un millón de dólares. Ahora, en otro contexto, la corrupción ha puesto en jaque a todo el sistema bipartidista de centroizquierda y derecha. En el caso de Brasil, el escándalo del mensalão, sumado a los sobreprecios por la construcción de los estadios para el mundial y el sistema de retornos de Petrobras, llevó a la cárceles a muchos de los CEO de las principales constructoras del país y hasta algunos de empresas argentinas como Techint, que es muy crítica del cristinismo. La realidad es que hay muchos interesados del «círculo rojo» en que no se destape la olla de la corrupción y así está ocurriendo. Como excepción, en el programa de Jorge Lanata reapareció el asesinato de Nisman, demostrándose, mediante un video policial, que se ensució totalmente la escena del crimen. También el matutino La Nación publicó que a las 20 horas del domingo, con Nisman ya muerto, alguien dentro en su casa operó su computadora y copió tres pendrives. Pero ya la fiscal Mónica Fein dijo que podrían estar mal los horarios de la notebook y, para no dejar dudas, insistió en que las pericias fueron brillantes. Así las cosas, no hay ninguna prueba que pueda conmover a Fein, que ya se decidió por el suicidio y sólo espera hasta después de las elecciones para que ningún tribunal superior la desmienta. Sólo la jueza Fabiana Palmaghini la puede separar a pedido de parte y no sólo no lo ha hecho sino que le indicó que investigue más a Diego Lagomarsino. La jueza obviamente también está en prolongar la causa hasta el infinito. La otra esperanza de la oposición es que los fiscales de Nueva York que intervienen en la causa del FIFA-Gate, lo encuentren a Alejandro Burzaco y que éste implique a funcionarios del gobierno. Sin embargo, la conexión del escándalo internacional con la corrupción local del Fútbol para Todos no parece estar hoy en la mira de los fiscales americanos.

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