Por Carlos Tórtora.-

Pasada la reciente etapa de la crisis cambiaria, en el mapa político empiezan a registrarse movimientos que, en general, son reacciones a la difícil situación económica. Para empezar, María Eugenia Vidal abandonó su tradicional postura de identificarse por completo con Mauricio Macri para intentar un rol diferenciado, sin llegar a ser crítico. La gobernadora, que viajó al Vaticano una quincena atrás, participó de la reunión de trabajo de la Pastoral Social en Mar del Plata mientras la relación entre Francisco y el presidente de la Nación se encuentra en estado crítico. La pregunta es obvia: ¿acordó Vidal con Macri ser el nexo con la Iglesia y el Papa o se trata de un comienzo de despegue de la Casa Rosada? Es difícil saberlo pero lo cierto es que, con o sin autorización, la gobernadora quiere proyectarse como la figura del oficialismo más distante de la Casa Rosada y del acuerdo con el FMI. Si lo logra, empezará a parecerse a Daniel Scioli en sus buenos momentos, cuando representaba el papel de víctima del autoritarismo primero de Néstor y luego de Cristina Kirchner. A todo esto y volviendo a Vidal, sus principales operadores políticos, el jefe de gabinete Federico Salvai y el ministro de gobierno Joaquín de la Torre, están tanteando el terreno para patrocinar a una línea del peronismo bonaerense que se aleje del kirchnerismo y esté en condiciones de restarle votos al PJ, hoy en manos de Gustavo Menéndez y su grupo de intendentes.

A todo esto, Macri ensaya a su manera una apertura hacia el peronismo con la designación como Ministro de Producción del ex Secretario de Industria, Comercio y Minería de Eduardo Duhalde, Dante Sica. Este paso reabrió las expectativas sobre un eventual desplazamiento de Marcos Peña de la jefatura de gabinete. Este último fue y es un claro enemigo de toda apertura hacia el peronismo. Claro que la jugada de Macri hay que verla en el contexto de otros movimientos. No es de creer que Gabriela Michetti pudiera por su cuenta dilatar el tratamiento de la ley de despenalización del aborto enviándola a varias comisiones del Senado. Si se trató de una orden de Macri, la principal beneficiaria es la Iglesia, que contaría ahora con más tiempo para contraatacar y presionar a los senadores peronistas de las provincias más conservadoras. Este episodio tal vez no hubiera tenido tanta relevancia si Clarín no se hubiera ocupado de ponerlo en su tapa.

Es obvia la reacción de Héctor Magnetto, luego de que Francisco acusara al grupo de intentar ejercer una dictadura mediática en el país.

La incipiente diferenciación de Macri con respecto a Marcos Peña y Durán Barba no significaría en modo alguno que el primero se encamine hacia una apertura con sus aliados la UCR y la Coalición Cívica. Macri está molesto porque estos últimos se pronunciaron contra el tarifazo de los servicios públicos, disparando una escalada que llevó a los bloques de los tres peronismos (Argentina Federal, Renovador y Unidad Ciudadana) a unirse para sancionar la ley que luego el presidente vetó. El más perjudicado por el impopular veto fue entonces Macri, que descendió un nuevo escalón en las encuestas.

Por su parte, Moyano también movió sus piezas anunciando un acuerdo salarial con la patronal del 25% -que todavía no fue homologado por el Ministerio de Trabajo-, lo que dejó más parados sobre todo a los sindicatos grandes, que firmaron por mucho menos y que se negaron a plegarse a la reciente huelga de camioneros manteniendo el paro general con fecha de mañana.

El moyanismo intenta así recuperar terreno para la lucha por el control de la CGT, en la que se encuentra en minoría.

El otro blindaje

En definitiva, todos los actores políticos están actuando en función de una inminente escalada de conflictos sociales que sería el factor dominante en el segundo semestre que está por comenzar. En un anticipo aparentemente lanzado como globo de ensayo, el Ministro de Defensa Oscar Aguad ratificó la próxima derogación parcial del Decreto 727 del 2006 que le permitía al gobierno utilizar a las Fuerzas Armadas como apoyo logístico de las Fuerzas de Seguridad. Se trataría de un blindaje paralelo al blindaje financiero con el FMI y produciría un masivo rechazo del arco progresista que tal vez sólo se podría disimular con la sanción de la ley pro aborto en el Congreso.

Curiosamente, no sólo la izquierda rechaza de plano a los militares operando en seguridad. Son los propios uniformados los que rehúyen ese rol y a tal punto no hay consenso interno que en algunos despachos del Estado Mayor del Ejército ya se habla de un eventual pase a retiro de su titular, General Claudio Pasqualini.

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