Por Carlos Tórtora.-

La furia de Cristina Kirchner con su jefe el presidente creció en las últimas tres semanas al compás del enfrentamiento del kirchnerismo con la Corte Suprema. La vicepresidente no le perdonó a Alberto que no haya condenado la asunción de Horacio Rosatti como presidente del Consejo de la Magistratura. Pero menos le perdonaría lo que consigna una versión, es decir, que desde la Casa Rosada se le habría hecho llegar a Rosatti un mensaje asegurándole que el gobierno no tiene la intención de profundizar el conflicto.

Con fundados motivos, Cristina temería ahora que el albertismo le dé largas a la reforma judicial que se avizora y que no se interese por aplicar la ley de ampliación de la Corte, si es que ésta es aprobada por el Congreso.

La respuesta de Cristina a estos desaires fue tratar de arrebatarle al presidente el manejo de la relación con los EEUU, a través de dos reuniones con el embajador de los EEUU, Marc Stanley.

Por último, con el apoyo de la expresidenta, Eduardo Wado de Pedro, desembarcó en Israel con siete gobernadores oficialistas en lo que pareció una gira presidencial. La misma pareció un anticipo de la candidatura presidencial de De Pedro, en detrimento de la postulación de Alberto.

Guzmán bajo fuego

La batalla sigue alrededor de la continuidad o caída de Martín Guzmán. Alberto hizo un fuerte amague de mover la estantería al reunirse con Roberto Lavagna y desatar las versiones. Hay que resaltar que Lavagna tiene una pésima relación con CFK.

La resistencia de Alberto a entregar a Guzmán, por lo larga, está deteriorando a CFK, que pierde así parte de su fama de invencible.

Share