Por Hernán Andrés Kruse.-

La salud del gobernante está íntimamente vinculada con el poder. No es lo mismo un gobernante sano que uno enfermo. El ejercicio de la presidencia implica necesariamente altísimas dosis de estrés, de tensión, de preocupaciones. En todas las democracias del mundo la salud del gobernante constituye, pues, una cuestión de Estado. Ni qué hablar si se trata de democracias hiperpresidencialistas como la argentina. Como todo depende del presidente cada problema de salud repercute sobre todos nosotros. De ahí la relevancia de que el presidente cuente a su lado con personal médico competente, capaz de atenderlo como corresponde ante la presencia de cualquier dolencia y de informar como corresponde a la población el tipo de enfermedad que lo aqueja. Porque en esta cuestión-como en todas en realidad-el pueblo tiene derecho a saber de qué se trata. Es tan relevante la salud del presidente que nosotros, como ciudadanos, tenemos derecho a saber cómo está de salud quien maneja el timón de la república.

El viernes 3 de junio, el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, tuvo un episodio cardíaco que preocupó a todos los argentinos. En su edición del domingo 5 de junio Perfil publicó una columna de Nelson Castro titulada “Pasado, presente y futuro de la arritmia que aqueja al presidente”, en el que explica, como médico, por qué Macri se sintió mal el viernes pasado. El desarrollo de los acontecimientos fue, según Nelson Castro, el siguiente. El viernes 3 al mediodía el presidente de la nación comenzó a sentirse mal. Dirigiéndose al jefe de la Unidad Médica Presidencial, el cardiólogo Simón Salzberg, le dijo que sentía palpitaciones. El galeno lo examinó inmediatamente y diagnosticó una “fibrilación auricular”. ¿Qué es una fibrilación auricular? Así lo explica el doctor Nelson Castro: “La fibrilación auricular (FA) es una arritmia relativamente frecuente que consiste en una desorganización de la actividad eléctrica del corazón, que altera el ritmo cardíaco y que se observa tanto en personas con corazones aparentemente sanos como en aquellas que padecen distintos tipos de enfermedades cardiológicas. Hay dos tipos principales de fibrilación auricular: el paroxístico y el crónico. La fibrilación auricular en corazón sano tiene buen pronóstico y su principal complicación-que es baja-es el tromboembolismo que, a su vez, puede desencadenar un accidente cerebrovascular. En cambio, la fibrilación auricular crónica tiene más riesgos de complicaciones; la más común de ellas es el accidente cerebrovascular”. A continuación el doctor Castro explica cuál es el tratamiento que debe seguirse cuando aparece la patología. No hay un único tratamiento, aclara, ya que el mismo depende “de las formas de presentación de la afección, de la existencia o no de patologías cardíacas concurrentes-cardiopatía isquémica, valvulopatías, insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, trastornos de la conducción del impulso cardíaco-y de su evolución. En algunos casos de aparición aguda, se hace necesaria la cardioversión eléctrica. En otros, se recurre a un tratamiento medicamentoso a base de drogas antiarrítmicas. Solucionado el cuadro agudo, el paso siguiente es qué hacer para prevenir su repetición. Si se considera que el desencadenante fue el estrés, al paciente se le indica, además de la medicación específica, la toma de ansiolíticos”. Cabe reconocer que esta información brindada por el doctor Castro es de suma importancia para la sociedad. Debo confesar que cuando el doctor Castro brindaba información detallada de los problemas de salud que aquejaron a la por entonces presidente Cristina Kirchner, me enojaba mucho porque lo consideraba una falta de respeto a la intimidad presidencial. Es probable que la postura crítica de Castro sobre el gobierno de Cristina haya contribuido a ese enojo. Lo cierto es que lo que hace Castro, en su calidad de médico, es altamente ponderable. Pero aquí conviene detenerse y formular la siguiente pregunta: ¿no hubiera correspondido al cardiólogo Simón Salzberg el haber brindado esta explicación? Si el doctor Salzberg hubiera dado una conferencia de prensa el mismo viernes explicando a la población qué fue lo que pasó con el presidente de la nación, probablemente el doctor Castro no hubiera tenido necesidad de informarnos acerca de una cuestión tan relevante como la salud del presidente. Lo cierto es que la información veraz y concreta brilló por su ausencia. A raíz de ello, los rumores comenzaron a expandirse como reguero de pólvora. La peor estrategia que puede adoptar un gobierno cuando el presidente tiene problemas de salud es la del secreto. Durante el kirchnerismo pasó exactamente lo mismo. Tanto Néstor como Cristina Kirchner tuvieron serios problemas de salud cuando detentaron el poder. Nunca hubo en el momento una información completa y veraz sobre cada patología que los aquejó. Siempre primó el silencio y el misterio, lo que no hizo más que aumentar la preocupación de la población.

El viernes pasado volvió a pasar. Personalmente me enteré de que algo sucedía con la salud presidencial a través de un usuario de Facebook, quien informó durante la tarde que Macri tenía problemas cardíacos. Como los medios televisivos no decían nada al respecto, dudé de la veracidad de esa información. Cuando comenzaba a anochecer finalmente los canales de televisión por cable comenzaron a informar a la población sobre lo que había pasado con el presidente durante la tarde en Olivos y que la unidad Médica Presidencial había decidido internarlo por una arritmia auricular. En su artículo el doctor Nelson Castro reconstruye los hechos que tuvieron lugar el viernes por la tarde en la residencia presidencial: “Una vez hecho el diagnóstico, Salzberg le indicó al presidente la conveniencia de su traslado a la Clínica Olivos para un chequeo más completo y para la instalación del tratamiento adecuado. Ante esto, Macri respondió, después de algún breve cabildeo, que lo haría luego de realizar una entrevista “off the record” que ya había sido acordada con los colegas Edi Zunino, Eduardo Feinmann, Gloria López Lecube y Walter Curia”. Aquí cabe preguntarse por qué el doctor Salzberg no obligó al presidente a internarse inmediatamente después de que le hubiera diagnosticado la arritmia. Aquí, lamentablemente, el cardiólogo demostró una carencia de personalidad verdaderamente alarmante. Porque ante cualquier problema de salud, aunque el paciente sea el mismísimo presidente de la nación, el que manda es el médico. El doctor Salzberg debería haber ordenado la inmediata internación de Macri y la suspensión de la reunión con los periodistas, por más que el presidente se hubiera encaprichado. No sucedió así. Luego de la entrevista el presidente continuó con las palpitaciones. A raíz de ello, se le hizo un nuevo examen médico y ahí sí el doctor Salzberg dispuso el traslado de Macri a la Clínica de Olivos. Ahí fue cuando la noticia se filtró lo que permitió al área digital de la revista Caras a través de su sitio en Perfil.com informar a la población lo que estaba pasando con el presidente. Eran alrededor de las 18 horas, provocando el lógico desconcierto en los voceros presidenciales que hasta ese momento habían negado cualquier problema en la salud presidencial. Una vez en ese nosocomio, Macri fue sometido a una serie de estudios cardiológicos. Evidentemente, lo del presidente lejos estuvo de ser una “pavada”. Para descartar la presencia de trombos auriculares, describe el doctor Castro, el presidente fue sometido a un ecocardiograma transesofágico. Comprobado que su corazón estaba sano, se le practicó una cardioversión eléctrica por medio de un desfibrilador. Con la segunda cardioversión la arritmia logró ser revertida. Una vez recuperado de la anestesia, Macri nuevamente desoyó el consejo del doctor Salzberg de permanecer en la Clínica y se retiró a Olivos cerca de la medianoche. Fue la segunda vez que el doctor Salzberg fue desautorizado por el presidente de la nación. Al día siguiente Macri amaneció asintomático y de buen humor, expresa el doctor Castro. Sin embargo, la autoridad del doctor Salzberg había quedado maltrecha ya que demostró su incapacidad para lograr la obediencia de un paciente evidentemente difícil como Macri. Durante el sábado el equipo médico presidencial decidió instalar un tratamiento preventivo a base de un antiarrítmico-el amiodarona-y un anticoagulante por vía oral. También se instituyó un sedante de tipo ansiolítico y se le indicó reposo, además de permanecer tranquilo en Olivos durante todo el fin de semana. Una vez más, el presidente desobedeció al equipo médico presidencial ya que durante el fin de semana recibió, entre otros dirigentes, a Ernesto Sanz, quien dijo a la prensa que había encontrado al presidente “fantástico”. Se trata, obviamente, de una flagrante mentira ya que nadie que sufrió un episodio de arritmia, por más benigno que haya sido, puede estar “fantástico” apenas 24 horas después del mismo. Según el doctor Castro “el plan del doctor Salzberg es evaluar al presidente en un mes, momento en el cual seguramente se le realizará un Holter de 24 horas para chequear el ritmo cardíaco a fin de decidir cómo continuar el tratamiento. Podría ser antes. El ejercicio del poder es un factor altamente estresante que afecta la salud de quien lo ejerce. Ese estrés es mucho mayor si ese ejercicio del poder transcurre en medio de las turbulencias de tiempos como los que se están viviendo en la Argentina. Es algo que los médicos de la Unidad Médica Presidencial saben y a lo que Macri debería prestar atención, porque su salud es, hoy en día, una cuestión de Estado”. Claro que la salud presidencial es una cuestión de Estado. Lamentablemente, Macri aún no lo ha entendido, no se ha percatado de ello. Actúa tal como lo hizo en su momento Néstor Kirchner y así le fue. Cuando entran en juego cuestiones de la salud desaparecen todas las diferencias ideológicas y políticas. Lo fundamental es que el presidente Macri se recupere lo antes posible para que ejerza el poder de aquí a diciembre de 2019 como corresponde. Porque no sólo está en juego su salud sino el futuro de todos los argentinos, que en buena medida depende de la buena salud presidencial.

Una cuestión digna de mencionar es el respeto con que la oposición política, fundamentalmente el kirchnerismo, trató esta delicada cuestión. Todo el arco opositor le deseó a Macri una pronta y definitiva recuperación, como corresponde. También cabe enfatizar la ausencia en las calles de manifestantes kirchneristas deseando que el presidente se muera, a diferencia del arco opositor antikirchnerista cuyos miembros exhibieron pancartas durante los cacerolazos de 2008, 2012 y 2013 rogando por la muerte de la por entonces presidente Cristina Kirchner. Ello demuestra que nosotros, los kirchneristas críticos, somos, desde el punto de vista ético, superiores a los caceroleros anti K.

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