Por Sebastián Dumont.-

“Si no tomás la sopa, viene el cuco”, la frase que se inmortalizó durante muchos años para pedirles a los chicos que tomaran el alimento no muy agradable, sirve para graficar el estado actual de la idea que tiene el gobierno de Cambiemos a la hora de trazar el discurso en el año electoral. Traducido, Cambiemos sería la sopa, y el cuco es el kirchnerismo, sobre todo Cristina Fernández y sus acólitos.

Por allí pasa hoy lo más fuerte de la estrategia del gobierno para ganar, o al menos hacer una buena elección en la provincia de Buenos Aires, apostando a su mejor figura, que es María Eugenia Vidal.

“Si nosotros no somos excelentes, los que estaban antes son mucho peores”, podría resumirse para comparar la idea de polarizar, similar al balotaje del 2015. De allí que Cambiemos fuera llamado el partido del balotaje. Casi dos años después, la idea es mantener esa misma línea para obtener rédito electoral.

Para llevar adelante ese objetivo, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo atrás, lo principal es que se mantenga a Cristina Kirchner en la escena pero con malas noticias permanentes. Saben que el núcleo duro de la ex presidente no se moverá más allá de poder mostrarle en sus ojos lo peor de la corrupción. Para el oficialismo eso es un dato muy importante por donde moverse. Saber el techo electoral de tu rival es una ventaja apreciable.

Con Massa el juego está claro. Ahora llega la etapa de buscar ignorarlo lo más posible. Como si no existiera. Más allá que en las encuestas siga teniendo una apreciable cantidad de votos, hasta en muchos de esos sondeos lo ubican por encima del kirchnerismo y de Cambiemos. La idea es empujarlo al tigrense a ser el Francisco De Narváez del 2013, cuando quedó atrapado en la polarización entre el FPV y el propio Massa.

El problema para el gobierno en la provincia de Buenos Aires es que la esperanza de un cambio rotundo no ha llegado de manera contundente y a eso se suma que parte del electorado que los votó en la segunda vuelta enojado por la corrupción K termina diciendo que, a pesar de ello, sus bolsillos estaban un poco más holgados. Se le hace cuesta arriba explicar a los estrategas de la comunicación oficial que la herencia recibida y la posibilidad de sentar bases para un país más sólido llevará un tiempo que muchos argentinos no están dispuestos o directamente no quieren esperar.

Bajo esa consigna se moverá la política en las próximas semanas. Una vez más se instalará la idea de optar y no elegir. Lo bueno no es tan bueno, pero lo que está enfrente es peor. Si no gana Cambiemos, el problema es que no sólo se agitaría la bandera del regreso de CFK, sino que con ella volverían los José Lopez, los Jaime, los De Vido y la Cámpora. A eso apunta el oficialismo en su estrategia. El resultado de esa alquimia estará signado por una clave: la economía.

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