Por Carlos Tórtora.-

Siguiendo el ejemplo dado por Alberto y Macri, comenzó una ola de operativos de transición, como por ejemplo las transiciones entre Cristina Kirchner y Gabriela Michetti y María Eugenia Vidal y Axel Kicillof. Esta administración del interregno es, desde ya, un avance en la calidad institucional, ya que se evitan los clásicos episodios de confrontación que tienen lugar junto con las entregas del poder. Macri sorprendió a propios y extraños al pasar del no diálogo con el peronismo a la cooperación directa y de este modo reperfiló su rol instalándose además anticipadamente como jefe de la oposición. Se adelantó entonces a los rápidos preparativos de Vidal para encabezar el posmacrismo y sobre todo a las pretensiones del triunfante Horacio Rodríguez Larreta, que incuba la idea de conducir la oposición. Es obvio que ahora Macri deberá en diciembre lidiar con una nueva conducción del Comité Nacional de la UCR, que tendrá sus condiciones para la continuidad de Juntos por el Cambio. Pero hoy por hoy Macri superó su situación de debilidad al alcanzar el 40 por ciento de los votos.

La pesada herencia recibida

El otro aspecto a considerar de esta transición coordinada es qué efecto tendrá sobre el beneficio de inventario que tiene Alberto. No por haber aceptado la transición el kirchnerismo podría dejar de acusar al gobierno de Macri por determinadas cuestiones, sobre todo teniendo en cuenta la crítica situación económica. Basta para esto citar las varias menciones de Cristina Kirchner a la necesidad de investigar el endeudamiento y las palabras de Alberto F en el primer debate presidencial, cuando le dijo al presidente “la plata del endeudamiento la fugaron tus amigos”. En otras palabras, ahora resta saber cuándo el peronismo acusará al macrismo por sus desmanejos y éste responderá recordando la corrupción K. Si esto se pospone indefinidamente, lo que es poco probable, el macrismo habría cosechado un éxito imprevisto y Alberto F se vería privado del recurso de impugnar la pesada herencia recibida.

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