Por Carlos Tórtora.-

La apertura en marzo del año político y legislativo encuentra a la gestión de Mauricio Macri en un equilibrio inestable, una zona gris que ya es una de sus características. Al compás del Ministro de Finanzas Luis Caputo, que le resta influencia a la canciller Susana Malcorra, célebre por sus coqueteos bolivarianos, el presidente habló con el vice de Donald Trump, Mike Pence.

En la agenda pendiente, figura la crisis venezolana en primer lugar, en la que choca el gradualismo que viene llevando adelante el Vaticano contra la arremetida frontal que propone el ala dura de Trump.

En el orden interno, el PRO consiguió atenuar su polémica interna ente el sector properonista y el anti. Sin embargo, Vidal se hizo eco días atrás de expresar el sentimiento de los intendentes peronistas al dejar trascender que prefiere una candidata a senadora nacional más juvenil que Elisa Carrió (en otras palabras, menos antiperonista). Se siente en estos momentos el silencio previo a una tormenta.

Mucho de lo que vaya a pasar en el campo político tiene que ver con la posibilidad de que la CGT y la CTA sean o no actores de la lucha electoral. El gobierno le teme a un movimiento social que le dé a CFK o a Sergio Massa una estructura de la cual carecen hoy.

Idus de marzo

En marzo, o más bien antes, el macrismo deberá decidir si unifica las elecciones porteñas con las nacionales, como sería lo acostumbrado, o las adelanta para independizarlas de cualquier efecto adverso. En este último caso, se apuntaría a neutralizar el efecto de una alianza entre Martín Lousteau, la UCR y tal vez Carrió para doblegar a Macri en su bastión central. A Horacio Rodríguez Larreta le toca pilotear la jugada estratégica, porque un resbalón en Capital no es soportable para el oficialismo.

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