Por Mario Cadenas Madariaga.-

El oficialismo se unifica para dar su última batalla.

Una reflexión de Ignacio Zuleta en el Ámbito Financiero de hoy, tiene la fuerza de un gran rigor lógico. Adelanta que para las PASO del 9 de agosto, el oficialismo va a unificar sus candidaturas, de manera que el resultado tenga la fuerza de una elección definitiva, favorable y anticipada.

La decisión sería tomada antes del 20 de junio sobre el resultado de las encuestas, para consagrar presumiblemente a Scioli como un único candidato presidencial, en su caso, y a Randazzo como único candidato a gobernador de Buenos Aires, valido de la férrea autoridad de CFK sobre todo el aparato partidario.

Esta decisión se refuerza ante el convencimiento de que la oposición no podrá unificar su fórmula presidencial, ni la de la provincia de Buenos Aires, con lo cual el 9 de agosto los números le darán favorables, y éstos influirán pesadamente sobre la opinión para consagrar los mismos resultados el 25 de octubre.

Ésta es la estrategia más peligrosa para la oposición y de pronóstico más pesimista para la Argentina.

La estrategia de la oposición no tiene fuerza suficiente.

Yo quisiera decir otra cosa pero me parece más sano y constructivo enfrentar la realidad y contribuir a ajusta la estrategia.

El centro de la cuestión se halla en que la idea del cambio por sí sola no parece suficiente, ya que las encuestas a una fórmula unificada del oficialismo le dan la mayoría en las actuales circunstancias. Pero hay también una dispersión de las fuerzas de la oposición que a la fecha es una contribución inexplicable al triunfo del oficialismo.

La oposición debe insistir en la idea del cambio pero encarnada en una Argentina del Primer Mundo o la Argentina Desarrollada, que resolvería todos los problemas nacionales recogiendo la inspiración frondizista, que esta latente en el fondo del alma nacional, enfrentada a la actual Argentina decadente, en la que todo se contrae: el consumo, la producción industrial, las economías regionales o las exportaciones, y solo crece el endeudamiento, el déficit fiscal, de la energía, la pobreza y la indigencia.

Es decir hay que dar un vuelco en las expectativas, aportando las ideas fuerzas que necesita el país, y producir una unificación de los partidos afines, al menos en la proyección futura.

El corazón de la división opositora.

El acuerdo de Guayaquil siempre ha dolido al orgullo argentino, pero fue la decisión que dio lugar al éxito de Ayacucho, es decir a la liberación americana.

Hoy aquí estamos frente a decisiones de gran proyección histórica. La Argentina sino se recupera velozmente, corre el riesgo de la desintegración y la dominación, porque el vacío que representa en la región y en el mundo, plena de posibilidades desaprovechadas, está en total contradicción con las grandes fuerzas desatadas en la lucha por el poder mundial.

Los dos partidos nuevos (PRO y FR) que representan los polos aparentemente irreconciliables de la oposición, lo cierto es que en la composición de sus filas tienen muchos elementos comunes que vienen del peronismo, o han participado en sus gobiernos, por lo que el puritanismo que invocan no tiene asidero. Estos falsos argumentos revelan que los verdaderos se hallan en la pretensión de sus estructuras partidarias de no coparticipar el poder que por momentos creen estar en condiciones de alcanzar sin alianzas.

Pero no es así, o al menos no es el mandato que reciben de sus representantes, a los que constantemente invocan, pero no obedecen.

Se corre el riesgo de que el pueblo crea que no tienen aptitudes para el ejercicio del gobierno, una de las cuales es tener la vocación de asumir y conservar esa responsabilidad, dentro de los recursos legítimos.

Tampoco se justifica el puritanismo excluyente de una alianza por parte del radicalismo, cuando tantas veces hicieron transacciones con el peronismo como fue el urdido para reformar la Constitución en 1994. Asimismo no se puede acompañar la insustentable intransigencia de Elisa Carrió que se alió con Néstor Kirchner en el vergonzoso acuerdo por la falsa defensa de los derechos humanos, que encarceló a los defensores de la republica y liberó a los autores de casi un millar de crímenes cometidos para instaurar un régimen marxista, que negaría, de haber triunfado, todas las instituciones que invoca defender.

¡Que el buen sentido vuelva a la oposición para que pueda interpretar a la mayoría del pueblo argentino que aspira a la sustitución del kirchnerismo en el gobierno de la Nación y en las principales provincias argentinas!

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