Por Carlos Tórtora.-

Macri intenta la triangulación de Dick Morris como último recurso

Luego del giro de Mauricio Macri a favor de una intervención importante del Estado en la economía, dentro de dos semanas se realizarán unas PASO singulares desde todo punto de vista. Por primera vez en una elección nacional, ningún candidato presidencial reivindicará una propuesta liberal ni aceptará levantar las banderas de centroderecha. También por primera vez desde que el matrimonio Kirchner se hizo del poder en el 2003, no habrá una alternativa electoral que represente claramente al peronismo anti K. Sergio Massa y José Manuel de la Sota navegan en el eclecticismo y la escuálida candidatura de Adolfo Rodríguez Saá está lejos de ser opositora. El tigrense, por otra parte, no puede borrar el hecho de que su movimiento es una escisión del kirchnerismo.

De más esta decir que la ausencia de toda expresión de derecha implica una disfuncionalidad del sistema democrático con graves consecuencias, ya que los candidatos son muchos pero todos empiezan a confluir en un pensamiento único, contrario a la pluralidad que requiere la vida democrática. Domingo Cavallo, por ejemplo (ver nota aparte), considera que la causa de este fenómeno es que la demonización de los 90 fue tan fuerte y exitosa que muchos candidatos ni siquiera se atreven a expresar lo que piensan y utilizan un mensaje impostado.

El giro de Macri, sin duda el hecho más importante de las últimas dos semanas, aunque algunos lo promuevan como una originalidad de Jaime Durán Barba, es una aplicación local de la teoría creada por el célebre consultor norteamericano Dick Morris. En 1994, se dio el nombre de ‘triangulación’ a la aplicación rigurosa que hizo Bill Clinton de una nueva estrategia política inspirada en la tercera vía inglesa (ni socialismo de izquierda ni social democracia de derecha). Fue la formulación de una tercera posición, que por métodos diferentes a los que tradicionalmente proponían el propio partido demócrata y la oposición republicana, buscaba obtener los objetivos que perseguía el electorado. Utilizó métodos republicanos para alcanzar objetivos demócratas, y obligó a su partido a dar un paso adelante para sintonizarse con la opinión pública, sin renunciar a sus principios. Clinton no tomó ninguno de los caminos disponibles en el momento. Intentó uno nuevo. Su pirueta, antes de lanzarse por segundo período a elección presidencial, se llamó «triangulación» y fue inventada por su asesor Dick Morris para neutralizar la espectacular victoria que llevó al Partido Republicano al control de ambas cámaras del Congreso en 1994. La triangulación consiste en situar al presidente en un vértice equidistante de demócratas y republicanos, convenientemente protegido del fragor político diario. Explicada por el propio autor de la triangulación, la actitud recomendada a Clinton era la siguiente: «Debe regatear. No navegue con el viento. Negocie. Si el viento sopla muy fuerte en una dirección, desvíese un poco a la izquierda. Cuando el viento cambia, se mueve un poco a la derecha. Pero siempre apuntando hacia su objetivo; no navegue a la deriva». Mario Cuomo, con ironía, lo vio de otro modo: «La idea de la triangulación es que el presidente esté con un pie en el bote y otro pie en tierra sin perder el equilibrio. Correcto. Pero el problema es que puede llegar una pequeña ola y terminar triangulando al presidente de espaldas sobre el agua».

La triangulación criticaba tanto el modelo estatista defendido por algunos (izquierda) como el modelo ultraliberal propuesto por otros (derecha). Él proponía quedarse en el medio entre la izquierda y la derecha, entre demócratas y republicanos. Clinton había aprendido que es así como se ganan elecciones. Clinton optó por el nuevo camino, y con ello, en las elecciones presidenciales, los demócratas retuvieron la Casa Blanca.

Con su pirueta, Macri intenta aproximarse a la senda que marcó Clinton, reivindicando las políticas de este gobierno que la mayor parte de la opinión pública acepta como positivas y criticando los excesos.

La jugada de Macri no es el objeto de una larga planificación sino la reacción ante una serie de indicadores que acrecientan las posibilidades de Daniel Scioli de ganar la presidencia en primera vuelta. CAMBIEMOS no pudo ganar la gobernaciones de Santa Fe y Córdoba y retuvo el control de la Capital por escaso margen. Para mayor problema, los socios radicales de Macri se aliaron a Martín Lousteau proponiendo un proyecto socialdemócrata ajeno al PRO, lo que convierte a CAMBIEMOS en un simple acuerdo electoral sin proyección estratégica.

A todo esto, el oficialismo diseñó una campaña inteligente donde Scioli es el gran protagonista y promete una versión light y no crispada de la saga kirchnerista. Carlos Zannini, poco conocido por mucha gente pero que simboliza para la clase media la continuidad del poder de CFK, tiene un perfil bajo, porque en caso contrario restaría votos. Hoy por hoy -salvo diferencias de estilo- Scioli podría pronunciar los discursos de Macri y viceversa.

Elecciones con sentido cambiado

Esta curiosa situación se suma al hecho de que las PASO funcionan en forma desnaturalizada. Pese a su nombre, de primaria tienen poco. Para empezar, la única disputa real que se está dando voto a voto es la que se está dando en el Frente para la Victoria entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández. En CAMBIEMOS, aunque compiten tres precandidatos presidenciales, la única especulación es cuánta será la diferencia de votos entre Macri y los dos que le siguen muy atrás en las encuestas, Ernesto Sanz y Elisa Carrió. O sea que no hay competencia. En UNA la situación es similar. Ninguna encuesta le asigna a José Manuel de la Sota más de un tercio de los votos que obtendría Sergio Massa. El Frente para la Victoria, fiel a su historia, terminó optando por una fórmula única que expresa algo así como Scioli al gobierno, Cristina al poder. Con este panorama de pseudo primarias, está ocurriendo lo que ya se vio en el 2011: las PASO son visualizadas como una especie de primera vuelta y no como un conjunto de primarias. Lo que realmente importa no son las internas, sino si Scioli tocará la línea de los 40 puntos y Macri la de los 30, lo que aumentaría la posibilidad de que en la segunda primera vuelta del 25 de octubre, se consolide el camino al ballotage. Esto explicaría que el repunte de Massa en las últimas semanas no se advierta demasiado en las encuestas y que Margarita Stolbizer no consiga pasar los 5 puntos. Además reflejaría que mucha gente ya piensa en términos de voto útil y por identificación con el candidato. Si esta tendencia se profundiza en los próximos días gracias a la triangulación de Macri y al fenomenal despliegue mediático de Scioli, habría el 9 de agosto una polarización atenuada.

De confirmarse esta tendencia, el 10 de agosto la pregunta de oro será ¿a dónde irán muchos de los votos de Massa, De La Sota y Stolbizer el 25 de octubre? Esta elección podría convertirse en un ballotage encubierto si en las PASO entre Scioli y Macri suman alrededor del 70 por ciento de los votos. Da la impresión de que el gobernador bonaerense está yendo por los votos de Massa, De la Sota y Stolbizer, en tanto que Macri sólo puede atraer a los votantes de los dos primeros, ya que la centroizquierda jamás lo seguirá.

El escenario que se va esbozando podría alterarse, por ejemplo, si Macri quedara muy abajo del 30 por ciento en las PASO. Esta remota posibilidad abriría un espacio hoy inexistente para que Massa recupere terreno. Si en cambio fuera Scioli el que defrauda con un resultado alejado del 40 por ciento, esto potenciaría solamente a Macri, que volvería a ocupar el centro del ring. La cruda realidad es que una visión panorámica del distrito clave, Buenos Aires, muestra que la diferencia de aparato político y financiamiento entre el FpV y la oposición es impresionante. Semejante panorama, en el segundo y tercer cordón sólo podría significar que a la diferencia a favor que las encuestas le dan al oficialismo se le sume un plus: la ventaja que obtendría el kirchnerismo a través de su ejército de fiscales, el robo de boletas de la oposición y la posibilidad de maniobras en el recuento de los votos.

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