Por Carlos Tórtora.-

Las condiciones se están alineando de modo tal que, dependiendo de cuáles sean los resultados en el ballotage porteño y en las PASO nacionales del 9 de agosto, los tres principales candidatos presidenciales pueden verse en situaciones muy complicadas. Daniel Scioli, en un esfuerzo por empezar a construir poder propio gracias a una alianza con los barones del conurbano, se aferró a la fórmula integrada por Julián Domínguez y el intendente de La Matanza Fernando Espinoza. Con el correr de los días, este emprendimiento se convirtió en una cruzada peronista católica para evitar que Buenos Aires caiga en manos de una entente que combina a un despenalizador del consumo de drogas, Aníbal Fernández, con un ex dirigente del PC seguido por los cristinistas más recalcitrantes, Martín Sabbatella.

Si bien es cierto que Domínguez y Espinoza despliegan un impresionante aparato de intendentes del PJ, Fernández y Sabbatella cuentan con un presupuesto casi ilimitado y la estructura del Movimiento Evita, el KOLINA y otros, que pisan fuerte en el conurbano con base en el Ministerio de Desarrollo Social que conduce Alicia Kirchner.

Tal como se está recalentando la pulseada bonaerense, una victoria de Aníbal en las PASO significaría una derrota considerable de Scioli, que debería cargar a cuestas con un candidato a gobernador adverso y con Sabbatella rechazando sistemáticamente cada opinión suya que sea considerada un desvío de la ortodoxia K. Y en caso de llegar Scioli a presidente y Fernández a gobernador, el sciolismo estaría acorralado, porque su provincia quedaría controlada por el cristinismo más acérrimo.

De modo tal que, el 9 de agosto, Scioli juega su futuro político en un doble frente: su compulsa con Mauricio Macri y Sergio Massa por un lado y la interna entre Domínguez y Fernández por el otro.

De más está decir que para CFK, el triunfo de Aníbal podría serle muy útil para sus planes futuros. Ella cuenta con seguir controlando los bloques de senadores y diputados nacionales del FpV, también la Procuración General a través de Alejandra Gils Carbó y la AFIP y el BCRA mediante Ricardo Echegaray y Alejandro Vanoli. Si a esto se le sumara la gobernación de Buenos Aires, el sitio a Scioli que intentaría el cristinismo sería mucho más efectivo. Claro que, tratándose de Aníbal, nunca se sabe en qué terminarán las cosas.

El problema cuando se acortan las diferencias

Por su parte, Macri habría tenido que abandonar su intensa agenda en Buenos Aires, donde el PRO debe solucionar serios problemas para las PASO, para avocarse a defender su bastión porteño y asegurar de este modo el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta el próximo domingo. Matemáticamente es casi imposible que el PRO pierda el ballotage ante ECO. Pero hay una realidad que molesta seriamente la necesidad del PRO de conseguir una ventaja de alrededor de 20 puntos, que sirva como trampolín para que Macri retome envión a nivel nacional. El hecho es que Martín Lousteau se está convirtiendo en la bandera de todas las expresiones antimacristas: así es que tiene para sumar la mayor parte de los votos del kirchnerismo, más sectores de la izquierda trotskista. En cambio Larreta se encuentra con que, en el espectro de centro derecha, no quedan en la Ciudad para sumar fuerzas políticas con porcentajes significativos de votos. Hasta José Manuel de la Sota corrió a fotografiarse con Lousteau, explicitando así más claramente que sólo se trata de juntar votos contra Macri, desde la UCR hasta la izquierda, pasando por el gobernador cordobés. El riesgo más grave para él es que Lousteau quede a alrededor de sólo 5 puntos debajo de Larreta, lo que sería publicitado por el aparato mediático del gobierno como un triunfo agónico del macrismo. Haber ganado en las urnas porteñas por escasa diferencia lo expondría al jefe del PRO a quedar debilitado en su candidatura presidencial, sobre todo por dos motivos: el PRO sólo gobierna en la Capital y la derrota reciente de Miguel del Sel en Santa Fe -aunque por mínimo margen- se hizo sentir en las filas macristas.

A esto se le suma que el kirchnerismo, luego de lo ocurrido en Santa Fe, está trabajando intensamente para restarle votos peronistas a la candidatura a senador nacional de Carlos Reutemann por CAMBIEMOS, jugando a fondo para que Omar Perotti se quede con la senaduría por la minoría, mientras que Hermes Binner sería senador en primer término.

Así las cosas, si bien, como se ve, tanto Scioli como Macri corren el riesgo de llegar heridos a la primera vuelta del 25 de octubre, Sergio Massa también se enfrenta a peligros hasta hace poco insospechados. Algunos sondeos indican que De la Sota estaría creciendo en intención de voto a partir del holgado triunfo de su delfín Juan Schiaretti, la semana pasada. De forma similar a lo que podría ocurrir con Larreta y Lousteau, no se descarta que el gobernador cordobés, que está invirtiendo en una campaña televisiva carísima, pueda terminar pisándole los talones a Massa en las PASO. De ser así, la candidatura presidencial de éste perdería peso. Muchos entenderían que, para seguir adelante hacia la primera vuelta del 25 de octubre, el tigrense dependerá en buena medida del apoyo de De la Sota, que seguramente le impondría ciertas condiciones.

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