Por Carlos Tórtora.-

Luego de atravesar con éxito la prueba del G20, Mauricio Macri debe hacer frente al desafío de pasar las fiestas de fin de año sin convulsiones sociales ni saqueos. El gabinete de crisis de María Eugenia Vidal está en estado de alerta y, pese a la profundidad del ajuste presente, no hay indicios claros de que existan preparativos para saqueos en gran escala. Pasado fin de año, en alguna medida el macrismo podría empezar a respirar, porque el otro mes que trae aparejadas fuertes tensiones, marzo, transcurriría ya en un clima electoral que diluiría las tensiones sociales.

Macri está así a punto de iniciar su marcha por cuatro años más en el poder con un abanico de problemas políticos que lo condicionan. Para empezar, el oficialismo está decidido a mantener la polarización con Cristina Kirchner, que le permite concentrar el escenario electoral en sólo dos opciones. Para esto, sería necesario que el peronismo federal continúe lejos de los números de CFK y Macri. Esta semana los desencuentros entre Sergio Massa por un lado y Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto por el otro le regalaron al gobierno un punto a través de la suspensión del encuentro nacional que tenía previsto el peronismo anti k para este miércoles.

Un segundo problema que se le abre a Macri en el 2019 es lo incómodo que le resultaría tener que realizar la campaña electoral midiendo menos que su mano derecha política, es decir Vidal. La sola apreciación de que Macri sería Vidal-dependiente para ganar su segunda presidencia es un factor de desgaste muy difícil de corregir, por lo menos hasta ahora.

Otro dilema para el presidente es cómo neutralizar el efecto cascada que se produciría por el adelantamiento de los comicios en muchas provincias gobernadas por el peronismo. Esto es, que habría una sucesión de victorias peronistas antes de las elecciones presidenciales. Es obvio que el gobierno se ve favorecido por estos adelantos ya que, de ese modo los gobernadores le hacen un guiño sustrayendo a sus aparatos locales de movilizarse con fuerza en favor del que sea candidato del Peronismo Federal a presidente. Pero la contrapartida sería la ola de triunfos.

Otro problema central para Macri es la confluencia de dos factores: la campaña electoral y la conducta agresiva de Elisa Carrió, con quien operadores del presidente han empezado a conversar sobre su eventual candidatura a senadora nacional por la Capital. Ya corrió mucha agua bajo el puente desde que la diputada encabezara la lista para diputados nacionales de Cambiemos el año pasado. De entonces a esta Carrió belicosa hubo muchos cambios. Y justamente al gobierno le resultaría muy complicado encumbrar como primera candidata a senadora a una figura más crítica que la propia oposición.

Por último, Macri se enfrenta a un año signado por el factor Bolsonaro. Es innegable que la irrupción del nuevo fenómeno político sudamericano está introduciendo variables en la política local. Sólo a este efecto puede atribuirse el giro a la derecha del gobierno en materia de seguridad con el famoso protocolo para el uso de armas de fuego por las fuerzas de seguridad que impulsó Patricia Bullrich y que ya llega hasta la prohibición de la actividad de los trapitos y limpiavidrios. Por supuesto que quedan muchas dudas por aclarar. Por ejemplo, si el gobierno será coherente con estos cambios y liberará los espacios públicos de los cortes y las ocupaciones realizadas por los movimientos sociales. Se trata de pruebas mayores en temas donde el oficialismo actúa más bien por presión que por convicción.

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