Por Carlos Tórtora.-

Una nueva sombra se proyecta sobre el eventual triunfo de Daniel Scioli el #25-O. En el entorno del gobernador bonaerense crece la preocupación, no ya por no alcanzar los 40 puntos y 10 de diferencia con Cambiemos y evitar así la segunda vuelta, sino por los efectos que esto podría implicar dentro y fuera del Frente para la Victoria. Si Scioli se viera obligado a competir con Macri en un ballotage, la misma noche del #25-O es previsible que unos cuantos dirigentes cristinistas -con la autorización previa de su jefa- subrayen que en la primera vuelta del 2007 CFK obtuvo el 46,3% de los votos y que en el 2011 apabulló con el 54%, en tanto que aquél ahora no alcanzaría tal vez ni el 40%. Esta devaluación de la imagen del gobernador en sus propias filas partidarias le significaría un padecimiento al que no podría responder sin generar una crisis peligrosa en la interna del kirchnerismo.

Pero esta parte del problema sería apenas el más leve. El mayor peligro para el sciolismo estaría en el campo de la opinión pública. Una victoria insuficiente que condujera a la segunda vuelta podría instalar la imagen de que “Scioli perdió”, aun cuando haya ganado. Es decir, habría una defraudación de las expectativas y una mancha en la aureola invencible del peronismo. En las tres semanas que quedarían para el ballotage, el Frente para la Victoria podría quedar entonces a la defensiva y CAMBIEMOS aprovechar esta debilidad para pasar a la ofensiva.

En suma, la volatilidad de al menos el 10% del electorado podría volcarse hacia Macri en la segunda vuelta si se percibe que el oficialismo está en realidad más débil de lo que parece. Si algo mostró la actual campaña electoral a lo largo del año es que los tres candidatos principales estuvieron sometidos a un permanente sube y baja y que cada vez que alguno parecía tomar vuelo, determinados hechos -por ejemplo los errores de Scioli después de las PASO- se ocuparon de bajarle las expectativas.

Los otros fantasmas

El temor sciolista a que un triunfo mediocre lo lleve cerca del desmoronamiento en la segunda vuelta no viene solo. También está por verse -tema controvertido entre los encuestadores- si en los últimos días no habrá una oleada de voto útil. Esto es, si muchos votantes de Sergio Massa en las PASO no terminarán por razonar que, si reiteran su voto, en realidad terminarían por favorecer el triunfo kirchnerista. De aparecer el voto útil, Macri podría encontrarse entonces con un par de puntos más a último momento que le garantizarían llegar a segunda vuelta.

Por último, un tercer fantasma ronda las filas del sciolismo, aunque en este caso el principal damnificado no sería el gobernador sino el candidato oficialista a sucederlo, Aníbal Fernández. Si bien es sabido que el promedio histórico del corte de boleta en Buenos Aires no supera el 4%, en esta peculiar campaña podría darse un porcentaje mayor. La beneficiaría sería María Eugenia Vidal que, al instalarse como la contrafigura de Aníbal Fernández con sus vínculos con el narcotráfico, estaría logrando una polarización que no se da con otros candidatos. En otras palabras, que Vidal podría conseguir que hasta votantes de Scioli, en repudio a la figura del jefe de gabinete, terminen cortando boleta a favor de ella.

En este tema entra en juego también otro factor significativo. No pocos intendentes, muchos de ellos massistas, estarían repartiendo la boleta de Vidal por una sencilla razón. En el caso de ser gobernador Aníbal Fernández, instalaría su estilo fuertemente controlador y les dejaría poco margen de independencia a los alcaldes, que están acostumbrados al escaso control que ejerce Scioli. Pero si en cambio ganara Vidal, los intendentes se imaginan a una gobernadora dialoguista y para nada autoritaria, que los dejaría moverse a su gusto.

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