Por Carlos Tórtora.-

En apenas quince días, dos escándalos netamente futbolísticos suplantaron a la política nacional y a la misma campaña electoral. Primero fue el atentado con gas pimienta contra los jugadores de River en la manga de ingreso a la cancha de Boca. Ahora, con una magnitud global, el escándalo de los sobornos en la FIFA, desatado directamente por la Procuradora General de los EEUU, Loretta Lynch. Este último, si se profundiza judicialmente, puede impactar en altos niveles empresarios y políticos también locales. La preocupación que están mostrando muchas marcas patrocinadores internacionales de la FIFA se justifica: si en la investigación del cohecho activo empezaran a caer empresarios, el escándalo podría llegar a afectar la cotización en bolsa de ciertas empresas globales. Nada indica que un caso como el de la FIFA pueda salir de la primera plana fácilmente, excepto que los funcionarios judiciales frenen la investigación, lo que sería probable en la Argentina pero todo lo contrario en los EEUU. Rápido de reflejos, el hombre fuerte del gabinete, Aníbal Fernández, tomó la iniciativa y advirtió que el Estado «puede pedir la intervención judicial de Torneos y Competencias», debido al escándalo generado tras la acusación de la Fiscalía de Estados Unidos por supuestas coimas. Además, anticipó que hoy la AFIP y la Inspección General de Justicia (IGJ) tomará intervención y no descartó que se investigue a los tres empresarios argentinos salpicados por el caso: «Si fuera demostrado que se pagaron coimas, por esas coimas también van a pagar Impuesto a las Ganancias».

De más está decir que este intento de volcar el FIFA-Gate sobre Clarín no es más que una cortina de humo para intentar tapar que la corrupción estructural en torno al fútbol existe hoy en función de la alianza entre Néstor Kirchner y Julio Grondona, que dio por resultado una inexplicable erogación del Estado Nacional en el Fútbol para Todos de 7000 millones de pesos, un derroche que desmiente la promesa presidencial de que la estatización de la televisación sería un brillante negocio por la cantidad de grandes avisadores que participarían. En realidad, se trató sólo de montar un formidable aparato de propaganda política.

Graciela Ocaña, legisladora porteña y promotora de una exhaustiva investigación sobre el dinero del programa estatal Fútbol para Todos (FpT), cree que fondos públicos podrían haber estado destinados a esas coimas. ¿Cómo? Burzaco es presidente de la firma Torneos (antes Torneos y Competencias), a la cual el Gobierno pagó un equivalente a unos 26 millones de dólares para poder transmitir la próxima Copa América, a disputarse en Chile desde junio. «El Estado, a través de FpT, ha pagado 69 millones de pesos por la transmisión de la Copa de 2015. Parte de esos recursos pueden haber servido para pagar las coimas», señaló Ocaña.

Ante esa sospecha, la legisladora y ex precandidata a jefa de Gobierno solicitó a la jueza María Servini de Cubría (a cargo de la causa que se abrió por sus denuncias contra FpT) un escrito en el que requiere que se designe a un veedor a la AFA. Los objetivos son dos: que custodie la documentación que pueda estar relacionada con el escándalo y que «garantice que los fondos que el Estado gira no sean malversados», detalló.

Si la conexión argentina del FIFA-Gate, a través de la causa que lleva Servini de Cubría, se entroncara con la investigación sobre Fútbol para Todos, el efecto político interno del escándalo se multiplicaría. La línea de defensa de la Casa Rosada, como ya planteó Aníbal Fernández pasa por contraatacar sobre Clarín y tal vez el macrismo, haciendo blanco en Daniel Angelici, el presidente de Boca, que ya pagó cara su imprevisión por el episodio del gas pimienta.

Scioli y Macri, más que prudentes

La facilidad con que la corrupción y la violencia en el fútbol sustituyen el debate electoral habla a las claras de la extrema pobreza intelectual que está mostrando la campaña presidencial. De los tres candidatos que encabezan las encuestas, los dos que hoy tienen mayores posibilidades de suceder a CFK, Daniel Scioli y Mauricio Macri, tienden curiosamente a hacerse oír poco y nada. El que hace más ruido es justamente el que está sufriendo una sangría de dirigentes y votos que a esta altura puede ser irreversible: Sergio Massa. El plan de Aníbal Fernández y Juan Carlos Mazzón para ir recaptando uno por uno a los intendentes del Frente Renovador está dando sus frutos. El alcalde de San Martín, Gabriel Katopodis, del riñón del tigrense, y el de Olavarría, Helios Eseverri, también están haciendo las valijas. Esta fuga que deja a Massa pendiente del apoyo de su aliado José Manuel de la Sota también lo obliga a buscar, cada vez más desesperadamente, un golpe de efecto que invierta la tendencia actual. Pero tanto Scioli como Macri parecen sentirse de algún modo cómodos con el hecho de que la corrupción del fútbol sea más importante que la suerte política del país. El gobernador bonaerense, fiel a su estilo, sólo hace declaraciones meramente retóricas, porque no quiere darle oxígeno a su rival en las próximas PASO, Florencio Randazzo, lo que haría si lo menciona. Scioli también se autocensura con relación a la política económica del próximo gobierno, porque es obvio que sus asesores Miguel Bein y Mario Blejer disienten bastante con Axel Kicillof y este conflicto embrionario es peligroso para su candidatura. Además, el ex motonauta no sabría a quiénes ungirá CFK como candidatos a gobernador de Buenos Aires y vicepresidente de la Nación. Ambas decisiones lo afectan enormemente y explican su vocación al silencio. Si, por ejemplo, Cristina fuera candidata a gobernadora y Kicillof a vice, Scioli debería asimilar un trago muy amargo. La bajada de Martín Insaurralde de su candidatura a gobernador es todo un indicador de que en Olivos no se admitirán candidatos poco confiables.

En cuanto a Macri, contra algunos pronósticos que preveían que tomaría un protagonismo altísimo para ocupar el centro del ring, optó también, siguiendo su método de ingeniero, por especular y bajar el perfil. También para esto hay explicaciones. Horacio Rodríguez Larreta estaría midiendo algo más de 40 puntos en Capital, o sea que, aun igualando los 46 que obtuvo Macri en la primera vuelta del 2011, el 5 de julio se abriría la instancia de un ballotage para el 19 del mismo mes. Un escenario que obligará al PRO a una tensión suprema ante la eventualidad de que el kirchnerismo vote masivamente por Martín Lousteau. Pero pocos días antes, el 14 de junio, se definirá si Miguel del Sel alcanza la gobernación de Santa Fe. Sólo con Santa Fe y Capital bajo el brazo, Macri tomaría vuelo mediático al tener una base de triunfos suficiente como para plantársele a Scioli. Mientras tanto, el jefe de gobierno hizo su mayor jugada de los últimos tiempos al anunciar que no renovaría los acuerdos de la Ciudad con las empresas de juego de Cristóbal López. Tanta prudencia se vincula asimismo con la lección que da la experiencia reciente. El único precandidato presidencial que arremetió desde el primer momento fue Massa. Y es el que se lleva el peor resultado.

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