Por Guillermo Cherashny.-

Macri, días antes del 10-D, estaba convencido de que en marzo del 2020 el gobierno del Frente para Todos explotaría por el aire y basaba esta admonición en que el nuevo gobierno daría aumentos de sueldos del 35% y usaría la máquina de imprimir moneda, lo que llevaría a la hiperinflación y el default. Pero el fin de semana pasado, cuando se anunciaron el aumento de impuestos, un bono de 10.000 pesos para jubilados en este mes y en enero, más un aumento simbólico del salario mínimo a cuenta de paritarias, su opinión cambió y dejó el apocalipsis para más adelante. Pero al enterarse de la suspensión de la movilidad jubilatoria, estalló de furia.

En primer lugar, porque en diciembre del 2017, ante una tímida reforma, se produjo un mini estallido social en el Congreso. Además, esa reforma no era un ahorro para el estado sino rapiñarle 100.000 millones de pesos para dárselos a Vidal para que ganara la gobernación y de ahí a su propia reelección y la continuidad por medio de Vidal y Rodríguez Larreta y la desaparición del peronismo como fuerza política. De ahí que hablara con Patricia Bullrich para que recordara ante la opinión pública las piedras que tiraron en 2017 contra el cambio de índice. Y así, «La Piba», flamante presidente del PRO, lanzó la frase «hay que devolver el doble de las 14 toneladas de piedras», en relación a ese diciembre violento del 2017.

En segundo lugar, entiendo que, si el cambio de índice para las jubilaciones mayores de la mínima era menor a éstas, se dio cuenta de que al flamante gobierno le cerrarían las cuentas y saldría del default virtual que dejó y con postergación de tiempos y quita de capital e intereses podría evitar el full default. Entonces sumó a Elisa Carrió para movilizar al campo por la suba de retenciones e impedir de cualquier modo que se aprobara la ley de emergencia y, si no se podía, correr por izquierda al nuevo gobierno. Y así pasó durante tres días frenéticos en los que no quisieron dar quórum para que asumieran los nuevos diputados y armar un show en Diputados y Senadores para demostrar que el gobierno estaba haciendo un ajuste feroz muy superior al que intentó él.

Entonces Carrió movilizó por las redes a su «guardianes de la República», es decir, hombres de campo que promueven una rebelión fiscal imponiendo una línea dura con la que los gobernadores radicales de Jujuy, Mendoza y Corrientes no estaban de acuerdo.

Al aprobarse la ley en ambas cámaras, ahora la estrategia política es tratar de movilizar las redes y periodistas amigos para cacerolear y movilizar como las marchas después del ballotage. Y este plan tiene un objetivo de máxima que sería la «gran Camacho», en alusión al líder de los colectivos civiles de Bolivia, y provocar el debilitamiento progresivo del gobierno de Alberto Fernández.

Los seguidores en las redes sociales están entusiasmados con la idea, pero la situación no es la misma. En efecto, en Bolivia Evo Morales se presentó a una reelección que no estaba permitida y encima hizo fraude en el conteo. En cambio, el gobierno del Frente de Todos recién asume, tiene legitimidad de origen y de ejercicio y los aumentos de impuestos son elogiados por el FMI, los inversores extranjeros y el gobierno americano, por tanto una movilización desestabilizadora tiene pocas chances de triunfar.

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