Por Carlos Tórtora.-

Mauricio Macri pudo por fin romper la tendencia declinante de su gestión y asegurarse esta semana varios instrumentos fundamentales para la gobernabilidad. Para empezar, la media sanción del presupuesto en Diputados no tuvo mayor costo político para la Casa Rosada que los incidentes frente al Congreso, sembrados de sospechas. Además, la aprobación del acuerdo ampliado con el FMI le asegura al gobierno la contención del dólar, tal vez la reducción de la tasa de interés. El resultado es que Macri continúa en carrera para su reelección aunque el panorama interno ya no muestra la armonía de antes. María Eugenia Vidal se plantó en su rol de víctima de un presupuesto que perjudica a Buenos Aires y tal vez su relación con Macri no vuelva a ser la de antes. El estilo de conducción de éste no admite disidencias y esto lo sabe, por ejemplo, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, castigado al aislamiento por disentir con la confrontación con el peronismo que predica Jaime Durán Barba.

Casi al mismo tiempo que Hugo Moyano era el protagonista de la misa celebrada por el obispo Jorge Lugones en Luján, circuló la versión de que Francisco le estaría aconsejando a Cristina Kirchner que dé un paso al costado con su candidatura a presidente, impulsando un candidato peronista que convoque a la unidad del justicialismo. Voceros del Vaticano desmintieron que semejante gestión haya existido, pero quedaron dudas.

Es que la visualización cada vez mayor de algunos obispos junto a los sindicalistas más opositores sin duda que inquieta al gobierno, que extraña los días en los cuales Bergoglio se mantenía alejado de la realidad nacional. Juan Grabois, operador dilecto del Papa, se ocupó de ahondar la actual tendencia lanzando en Mar del Plata el Frente Patria Grande como un apéndice más del cristinismo. A todo esto, CFK recibió buenas noticias del frente interno peronista: un dirigente muy ligado a ella, Felipe Solá, abandonó junto con Facundo Moyano y otros diputados el Frente Renovador, dejando a Sergio Massa debilitado cuando trataba de tomar la iniciativa. Mientras tanto, otro aspirante a presidente, Juan Manuel Urtubey, salió debilitado del 17 de octubre por el acto masivo que organizó su par y rival, el gobernador tucumano Juan Manzur. El Peronismo Federal sufre entonces por las inevitables discordancias de sus muchos jefes, demasiados para llegar a un acuerdo que en la práctica funcione.

Negociando la paz

A todo esto, un nuevo factor se suma a las tensiones que debe enfrentar el gobierno: el 30 del mes próximo se reunirá la cumbre del G 20 en Tecnópolis y el gobierno necesita que la Capital no sea el centro de una batalla campal impulsada por la izquierda y el cristinismo en repudio del evento. Patricia Bullrich, por ejemplo, salió a pedirle a la justicia la expulsión del país de los activistas extranjeros que participaron de los recientes disturbios ante el Congreso. Es que el gobierno prevé la llegada de numerosos activistas extranjeros y quiere disuadirlos a través de la deportación de los ya mencionados. También trascendió que el macrismo estaría negociando la paz durante la cumbre del G 20 con operadores del kirchnerismo. La situación judicial de la ex presidente formaría parte de estas conversaciones. Por lo pronto, el interés que había en la Casa Rosada porque se iniciara el juicio oral a Cristina en la causa de Los Sauces dio un giro de 180 grados. Es que ella podría transformar el banquillo de los acusados en una tribuna política perjudicial para el gobierno. Con algo más de oxígeno, Macri debe ahora recorrer un camino escarpado al menos hasta fin de año.

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