Por Guillermo Cherashny.-

Cuando Macri asumió el 10 de diciembre derrotando al kirchnerismo que gobernó durante doce años seguidos, un nuevo «gorilismo» surgió con fuerza; después grandes movilizaciones de la clase media y alta contra Cristina, y desde lo más alto del poder lanzaron la idea de que Cambiemos terminaría definitivamente con los 70 de años peronismo, teoría que surgió de un grupo de intelectuales y periodistas autodenominados «progresistas», que quisieron vender a uno de los empresarios más corruptos de la Argentina como un nuevo reformador, defensor de los derechos humanos y portador sano de una honestidad acrisolada, al punto de compararlo con Arturo Illia o Marcelo T. de Alvear. Esos intelectuales y periodistas que apoyaron a Raúl Alfonsín y a la Alianza que llevó al poder a De la Rúa vieron la oportunidad de darle la extrema unción al movimiento peronista, al calificaban de salvaje e incorregible, como dijera José Luis Borges. Esta idea fue acompañada por dirigentes radicales como Ernesto Sanz, Mario Negri, Luis Peltri, Karina Banfi, estos últimos unos desconocidos para la opinión pública, que veían a Macri como el retrato viviente de Illia y Alvear. Hicieron la vista gorda a los negociados escandalosos de Macri y sus amigos, como la transferencia de miles de millones de dólares a las energéticas, empresas de peajes y al sector financiero, que se enriqueció con las LEBACs y la LELIQs, pero a estos dirigentes radicales ni siquiera se los puede acusar de cómplices, porque nunca se corrompieron, pero la cercanía del poder los convirtió en ciegos y sordos ante el saqueo macrista. El macrismo fue la reencarnación del conservadurismo que no dejaba votar a la gente y que fue el motivo del nacimiento de la UCR con Hipólito Yrigoyen y Marcelo de Alvear a la cabeza. Eran macristas conservadores dedicados a la transferencia de riquezas de los pobres a los sectores concentrados y, con el triunfo holgado en las legislativas del 2017, la soberbia los hizo perder todo contacto con la realidad. Pero esa ficción se terminó el 28 de diciembre del 2017, cuando intentaron mantener el retraso cambiario, las altas tasas de interés y el endeudamiento externo, pro a principios del 2018, la política económica de Trump los trajo a la realidad y a partir del 26 de abril comenzó una corrida cambiaria que sigue hasta nuestros días manteniendo el mismo esquema dólar atrasado, altas tasas de interés y endeudamiento, esta vez con el FMI. Pero el 12 de agosto de este año, con el triunfo aplastante del peronismo unido, explotó todo y la corrida cambiaria se convirtió en bancaria e hizo que el BCRA perdiera el jueves 900 millones y el viernes 1900 millones de dólares, o sea, casi 3.000 millones de dólares en dos días, lo que producirá seguramente un control de cambio o cepo y quizás un adelantamiento de las elecciones, porque este gobierno no da para más con tasas de las LELIQs al 85% semanal y riesgo país en 2500 puntos básicos y un default selectivo. En tanto, el presidente Macri se encuentra deprimido y no entiende nada de lo que pasa y con el país a punto de explotarle en las manos.

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