Por Guillermo Cherashny.-

En las elecciones presidenciales del año pasado, tanto José Manuel de la Sota como Hugo Moyano, por distintos motivos, querían impedir el triunfo de Daniel Scioli, por entender que el cristinismo seguiría manejando toda la situación política, manteniendo y continuando los negocios de Néstor y Cristina Kirchner.

Moyano lisa y llanamente apoyó directamente el triunfo de Mauricio Macri y por eso concurrió a la inauguración de una estatua de Juan Perón en la Capital organizada por el PROperonismo. Pero apenas Macri llegó a la presidencia, le cortó las comunicaciones al líder de la CGT y nunca más lo atendió a solas, salvo una reunión pública con otros líderes sindicales de la otras centrales sindicales. Pero, si bien esta actitud molestó a Moyano, no fue la causa de la marcha anti-despidos sino la no modificación de las escalas del impuesto a las ganancias y los despidos, que el gobierno niega hasta estos días y que el camionero entiende que existen.

Últimamente el presidente está muy molesto con Moyano por el paro de combustibles y por los números que logro en la paritaria del gremio y algunos periodistas que tienen línea directa con Marcos Peña dicen que Macri quiere que Moyano tenga el mismo destino que el «Caballo» Suárez.

El caso de José Manuel de la Sota es muy distinto, porque las relaciones con el «Gallego» y con el gobernador Schiaretti eran óptimas y, 60 días antes de las elecciones de Río Cuarto Macri lo llamó a De la Sota y le dijo: «un flamante presidente no puede perder una elección municipal a seis meses de gobernar». El ex candidato presidencial le contestó que estaba de acuerdo y que no se metería en esa elección, con lo que Macri se mostró de acuerdo. Pero a la semana, mandó a Marcos Peña a caminar la ciudad de Río Cuarto y en todas las semanas todos los ministros se pasearon anunciando obras, ante lo cual De la Sota consideró roto el acuerdo y se metió en al elección y la ganó por paliza.

En ambos casos, hay una matriz que es la soberbia presidencial que convierte a potenciales aliados en enemigos, para lo cual el presidente ha demostrado que no es ningún aficionado, ya que lo hizo con López Murphy y con CFK, a quien le hizo creer que no la investigaría, ya que nunca hablo contra corrupción. Creer que Moyano a los 72 años se va a jubilar y que De la Sota se retirará de la política. Da la impresión de que, si quiso que eso pasara, se equivocó feo.

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