Por Alexis Di Capo.-

La historia de las relaciones entre los presidentes y sus vices está signada por el desencuentro. En la política argentina reciente, encontramos ejemplos de muy variado contenido: desde la rivalidad entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde, la frialdad entre aquél y Carlos Ruckauf hasta la polémica abierta entre Carlos “Chacho” Álvarez y Fernando de la Rúa, que llegó a su punto final con la renuncia del primero.

Que las relaciones entre Gabriela Michetti y Mauricio Macri siempre fueron tensas no es un secreto. Hasta la aparición primero de Miguel del Sel -hoy eclipsado- y luego de María Eugenia Vidal, Michetti era -con exclusión de Macri- la única dirigente del PRO con votos propios y pretensiones de liderar una línea interna en un partido que se caracteriza por su condición monolítica y por un liderazgo personal tan fuerte como los que suelen darse en el peronismo. Michetti se atrevió el año pasado a desoír la orden de Macri para que se corriera a un costado, no compitiendo por la jefatura de gobierno, allanándole así el camino a su candidato, Horacio Rodríguez Larreta. Macri no es hombre de olvidar estos detalles pero -ingeniero al fin- especuló matemáticamente con los tiempos de su revancha.

El castigo a la indocilidad de la vicepresidente, una amiga inseparable de la cada vez más crítica Elisa Carrió, parece empezar a sentirse ahora con todo rigor.

El castigo tarda pero llega

Como es sabido, el cargo de vicepresidente tiene escasas funciones y más bien se limita a presidir el Senado. Un Senado donde el PRO cuenta sólo con dos bancas. Pero Michetti, ansiosa de proyectarse en el horizonte político nacional, había obtenido de Macri la promesa de que tendría a su cargo la organización de uno de los eventos deportivos más importantes de la década: Los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018, oficialmente conocidos como III Juegos Olímpicos de la Juventud de Verano. Éste será un evento multideportivo internacional a celebrarse en la ciudad de Buenos Aires, del 1 al 12 de octubre de 2018. Buenos Aires comenzó a mostrar interés en organizar una edición de este evento a mediados de 2011, siendo electa el 4 de julio de 2013 como ciudad anfitriona, sobreponiéndose a las propuestas de Medellín y Glasgow. Serán los primeros Juegos Olímpicos que se realicen en este país.

Se espera un aproximado de 3800 participantes de 205 países. Los atletas que participarán en estos juegos tienen que haber nacido entre los años 2000 y 2003. La totalidad de las instalaciones se encuentran en la ciudad distribuidas uniformemente en los barrios de la ciudad.

Debido a que Buenos Aires está muy al sur del continente americano y hace frío en el mes de agosto, a diferencia de los juegos realizados en Singapur en el año 2010 y los de Nankín en el año 2014, estos juegos serán disputados en octubre, con lo que serían los primeros juegos en ser organizados en primavera.

Para Michetti, los juegos iban a ser su trampolín quizá a la candidatura presidencial, en caso de que Macri no se presente para la reelección o en caso contrario la revalidarían para otro período como vice.

Pero la presidente del Senado recibió un baldazo de agua fría: desde la Casa Rosada le hicieron saber días atrás que la organización del megaevento deportivo quedaría en manos del Vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, que con esta herramienta en sus manos podría aspirar, por ejemplo, a desplazar a Michetti de la fórmula presidencial en caso de que Macri vaya por otro período.

La noticia hizo explosión en las filas michetistas, que venían castigadas porque el macrismo imponía manu militari a Helio Rebot como Secretario Administrativo del Senado, contra la opinión de la vicepresidente.

Pero la cuestión de los juegos olímpicos fue la gota que rebalsó el vaso. En la intimidad de Michetti se habla de que el resentimiento de ésta contra Macri y su entorno va in crescendo.

En la Casa Rosada, la operación de desmantelar a Michetti es pura lógica. Macri no tiene definido un delfín pero, si tuviera que definirse, sin duda que hoy lo pondría en la carrera presidencial a Rodríguez Larreta.

El caso es que Michetti no sólo le retiró el saludo a Santilli -convencida de que éste movió varios hilos- sino que está pensando en convertirse en una vicepresidente díscola, es decir, con opinión propia. ¿Es el camino hacia un nuevo caso Cobos o Chacho Álvarez o todo quedaría en una disidencia contenida? Nadie lo sabe. Lo cierto es que Macri, visto lo sucedido entre sus antecesores y sus vices, habría optado por cortar por lo sano dejando a Michetti consagrada al oficio de tocar la campanita en un Senado que no controla y que tampoco puede administrar.

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