Por Carlos Tórtora.-

La columna de Jaime Durán Barba en Perfil de este fin de semana tiene un tono especial. Bajo el título “Un gran acuerdo nacional,” el consultor ecuatoriano plantea que el macrismo expresa a la mitad del país que no vota al peronismo. Más adelante parece proponer entre líneas un alto el fuego judicial cuando sostiene: “Cuando asumió la Presidencia Mauricio Macri, algunos pedían que presione a los jueces para que apresen a Cristina Fernández y termine con su carrera política. El Presidente no cedió a esas insinuaciones porque mantenía el principio de la independencia de poderes y porque creía que sería algo inútil”. Sólo le faltó decir a Durán Barba que espera una actitud recíproca por parte del kirchnerismo en lo que hace a las investigaciones sobre la corrupción macrista.

Luego pasa a hablar del futuro y afirma que “pasadas las elecciones, gane quien gane, es necesario lograr un acuerdo nacional que incluya a todas las fuerzas políticas, las dos que hegemonizan el escenario y también a las minoritarias que representan otras formas de ver la realidad. El país está en un momento crítico y es necesario superar las pequeñeces personales para lograr algunos acuerdos que incluyan a todos”. Traducido a un lenguaje más crudo, está diciendo que la situación del país es demasiado grave para que el futuro gobierno de Alberto Fernández prescinda de acordar con la principal fuerza opositora y que Macri podría sentarse a firmar con el gobierno acuerdos estratégicos.

De este modo se haría viable el perfil de un Macri reciclado como jefe de la primera minoría.

Olvida el ecuatoriano que lo más probable es que Alberto Fernández asuma con mayoría en ambas cámaras, lo que le evitaría estar obligado a negociar con el PRO. Ni que hablar del panorama territorial, porque tal vez sólo la Capital Federal, Corrientes y Santiago del Estero rompan la monocromía justicialista.

ENTRELINEAS

Siempre leyendo entre líneas, esta línea de pensamiento llevaría a otro punto: que a Alberto F le convendría Macri como jefe de la oposición, porque quedará deteriorado por su mala gestión y con escasas chances de ser candidato a presidente en el 2023. No ocurriría lo mismo si la jefatura opositora cae en Horacio Rodríguez Larreta o María Eugenia Vidal, ambos en mejores condiciones para aspirar a la Casa Rosada. Raúl Alfonsín, ya derrotado y en baja, fue el jefe de la oposición ideal para Carlos Menem y Cristina Kirchner también lo fue para Macri, hasta que ésta pateó el tablero y se puso detrás de Alberto. Hoy la opción es para este último: dejar que el PRO levante a quien sea o levantar desde el poder la figura de Macri como el opositor perfecto porque no puede -al menos en principio- volver a ganar.

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