Por Carlos Tórtora.-

Por segunda vez en una semana, Mauricio Macri golpeó a Roberto Lavagna diciendo: «Escucho que algunos dicen que esto se arregla creciendo, ¡¿quién no quiere crecer, quién no quiere crecer?! Para crecer, primero tenemos que hacer cosas de base». Como es sabido, los discursos no son espontáneos y se selecciona cuidadosamente su contenido. La crítica a un opositor es generalmente un beneficio para éste, porque refuerza su importancia al ser nombrado por el presidente. Así es que los permanentes ataques a Cristina Kirchner y su gestión contribuyen a mantener la polarización entre ésta y Macri. Al darle importancia a Lavagna, aquél estaría apuntando a fortalecerlo como adversario y tratar de consolidar la división del voto peronista en tres fracciones: el cristinismo, el lavagnismo y el sector que responde a Juan Manuel Urtubey. Sergio Massa, a todo esto, desplazado en buena medida en su espacio por el ex ministro de economía, se vería prácticamente obligado a dar un paso al costado.

El no a la primaria

La incógnita, una de tantas, es en qué medida Lavagna puede erosionar el caudal de votos de CFK, algo que por el momento no se advierte claramente. La intervención de Macri en la interna peronista es toda una señal de que Lavagna tiene hoy por hoy mayores chances de ser candidato. El problema de éste es su insistente resistencia a aceptar disputar una PASO, exigiendo en cambio ser proclamado por un consenso general. Ya serían unos cuantos los dirigentes peronistas, por ejemplo Juan Carlos Schiaretti, que le remarcan que su legitimidad como candidato depende de surgir de una contienda electoral, es decir del voto popular y no de un acuerdo de cúpulas.

Share