Por Carlos Tórtora.-

Hasta ahora, la intensa actividad política de Mauricio Macri se refleja en acuerdos puntuales con los distintos sectores: Sergio Massa, la CGT, los gobernadores peronistas, etc. Con perfil pragmático, el presidente rehuye de los grandes acuerdos y los planteos estratégicos. El escudo del 66% de credibilidad le permite actuar de ese modo, casi absolutamente personalista. Como suele ocurrir en la Argentina, la suerte del gobierno se concentra en las encuestas sobre el primer mandatario. Macri avanzó estos días en una promisoria aproximación con los holdouts pero chocó con Roma con un frío protocolo papal que aquí nadie duda que tiene un significado. El Vaticano está sumamente preocupado por el curso de los acontecimientos en Brasil, que ayer escalaron con la detención de Lula por cuatro horas para que declarara por la trama de corrupción de Petrobras. En el mismo escándalo está mencionada la pieza maestra de la corrupción kirchnerista, Julio de Vido. Si el efecto Brasil se extendiera en la Argentina y Macri, como corresponde, dejara actuar a la justicia, una tormenta de causas podría abatirse sobre CFK y su entorno. En este punto, los intereses del PRO y de la Santa Sede pueden diferir. En una situación económica que promete hacer sentir el ajuste durante largos meses, el enjuiciamiento de la cúpula cristinista podría mantener entretenida a la opinión pública y cumplir la promesa presidencial de profundizar la lucha contra la corrupción. Para la Iglesia, en cambio, el colapso y el desprestigio del kirchnerismo lo empujaría hacia afuera del PJ y privaría al Papa de su aliado populista más valioso en la Argentina. Un peronismo con sesgos de centro-derecha liderado por Juan Manuel Urtubey y Sergio Massa sería para el pontífice una verdadera derrota política.

Lo cierto es que el tembladeral brasileño va a marcar la suerte del gobierno argentino mucho más allá de lo pensado. Y ni que hablar si en Venezuela se precipitara la caída de Nicolás Maduro y la oposición triunfante destapara la olla de la red de corrupción tejida por Julio de Vido mediante la envoltura del convenio de cooperación bilateral.

Desde ya que Macri, por motivos distintos al Papa, no desea semejante terremoto. El PRO sigue siendo un partido limitado al control de sólo 2 de los 24 distritos, Capital y Buenos Aires. Y en esta última lucha contra un formidable aparato de narcotráfico y corrupción, cuyos brazos se extienden en la justicia, la policía y el servicio penitenciario.

El Plan A del macrismo, simple y de sentido común, es que el peronismo se vaya concentrando alrededor de dos figuras moderadas, Massa y Urtubey, ninguno de los cuales querría por ahora hacerse cargo de la presidencia del PJ. Todo esto mientras el kirchnerismo pierde espacio poco a poco. Pero no sólo la extrema volatilidad política -ver el caso Lula- como la situación económica pueden hacer que estos planes naufraguen.

La calle se recalienta

¿Podrá el gobierno controlar la escalada de precios que no sólo siguen firmes sino que han aumentado? La emisión de Bonos del Tesoro para financiar el déficit fiscal, si bien es un recurso ortodoxo, en el mediano plazo no deja de aumentar dicho déficit. El Gobierno Nacional y la Provincia de Buenos Aires han acordado paritarias docentes con incrementos salariales que se financiarán con endeudamiento. El Gobierno también deberá endeudarse para ayudar a las provincias que acuerden más del 25% de aumento a sus docentes. Luego vendrán las paritarias de los estatales y de los municipales, cuyas erogaciones no se compensarán con la reducción del gasto público en otros rubros. No creo que le alcance los $ 160.000 millones que le adelantará el BCRA.

A todo eso le debemos agregar el quebranto del Banco Central por las ventas de dólar futuro hechas por Vanoli (a quien habría que procesar por agiotaje, ya que las hizo en “mercados” donde es ley que el precio surge de oferta y demanda, en cambio, el BCRA manipuló el precio, al ser el único vendedor, con un perjuicio previsible para el Estado).

Si, a partir del mes próximo, el BCRA comienza a comprar dólares provenientes de la cosecha gruesa emitiendo moneda, neutralizará su estrategia de esterilizar dinero mediante suba de tasas, lo que potenciará la inflación en un mes tradicionalmente de precios en alza.

La estrategia del BCRA de ponerle un poco de freno a la suba del dólar mediante la venta en el mercado tiene muy corto alcance. Con ventas de U$S 100 millones por rueda, las reservas disponibles se terminarían en abril, aun con la entrada de dólares de la cosecha.

También es previsible que el próximo 23 Obama venga con algún paquete de medidas para darle una mano a Macri. Después de diez años, un Presidente norteamericano viene a la Argentina a saludar a un colega y a conocer Bariloche. Ese paquete podrá frenar la cotización del dólar pero no reducir la inflación.

En definitiva, Macri gana tiempo positivamente con su apertura internacional e intenta mientras tanto mantener dividido al peronismo y al sindicalismo. Pero si los rigores del ajuste llevaran a un otoño e invierno conflictivos, el peronismo y la izquierda se verían obligados a asumir un rol opositor activo. Algo que el PRO quiere evitar a toda costa, porque su principal aliado, la UCR, con la excepción de Gerardo Morales en Jujuy -que le da batalla a Milagro Sala- está en realidad a la defensiva y casi sin expresarse y mucho menos aplaudiendo los avances del gobierno.

Tampoco las rencillas internas del PRO son pequeñas. El aumento de 1,40% a 3,75% de la coparticipación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires establecido por Macri en el decreto 194/2016 fue el producto de las presiones de Horacio Rodríguez Larreta. Pero provocó algo que Macri quería evitar a toda costa: la reacción indignada del peronismo desde Sergio Massa hasta Carlos Verna. Cuentan que el presidente, sumamente molesto, se descargó duramente con el jefe de gobierno porteño y lo acusó de estropearle las relaciones con el peronismo.

Días después, se advirtieron señales de que Macri estaba castigando a su ex mano derecha en la ciudad. El encumbramiento del Jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña como eventual delfín de Macri sonó como una dura reprimenda contra el jefe de gobierno.

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