Por Carlos Tórtora.-

El presidente Macri viajó a China en medio de un turbulento proceso de transformación política de la región, encabezado por la destitución de Dilma Rousseff, lo que augura malos días ante la justicia para Lula da Silva, sobre el que se acumulan nuevas acusaciones de corrupción. Este eclipse del PT coincide con el de Nicolás Maduro, que debió soportar sólo en Caracas una marcha de un millón de personas reclamando el referéndum revocatorio de su mandato. Claro está que la eventual caída de Maduro no significaría automáticamente la caída del régimen, porque en Venezuela gobierna el ejército. El tercer dato que mueve el tablero regional es la profunda caída -para algunos irreversible- de Michel Bachelet en las encuestas, que provocó el anuncio del ex presidente socialista Ricardo Lagos de que volvía a la carrera presidencial. También vale mencionar el acuerdo de paz que el gobierno de Colombia firmará con las FARC el próximo 26 de septiembre. El socialismo sudamericano sólo goza de buena salud entonces en Bolivia y en alguna medida en Ecuador. Un panorama así debería darle pie a Macri para proyectarse como el líder regional de un sistema democrático atractivo para las inversiones externas y el crecimiento de la economía. Sin embargo, el gobierno del PRO -que está lleno de paradojas- tiene una muy especial: su punto fuerte está en una situación estratégica que lo favorece pero que aparece neutralizada por un cuadro interno lleno de puntos oscuros.

Para empezar, las únicas movilizaciones públicas que se están dando en la Argentina- como la reciente Marcha Federal organizada por las dos CTA, son netamente opositoras. El PRO se autoencerró en ser el partido de las redes sociales y les entregó la calle al kirchnerismo, los sindicalistas y los distintos grupos de izquierda. El acierto o la gravedad de esta decisión se verá con el tiempo.

Un segundo tema que oscurece el panorama es que el gobierno hasta aumentó el gasto social en materia de subsidios, dándoles casi cuanto piden al Movimiento Evita, Barrios de Pie, etc. Pero el resultado es que está financiando el plan de agitación destinado a acorralar al presidente porque los grupos piqueteros no renunciaron a ninguno de sus objetivos políticos.

Tercero, la falta de coordinación y la indecisión ya son una característica del actual gabinete. Los jueces y fiscales federales se quejan de que, para coordinar la lucha contra el delito, especialmente contra la corrupción y el narcotráfico, se encuentran con que los principales organismos del estado actual cada vez más desordenadamente. “Nadie sabe bien quién manda en la AFI, porque Gustavo Arribas no parece compenetrarse de su rol y Silvia Majdalani actúa sospechada por sus compromisos con la SIDE K. En Seguridad, hay por lo menos dos ministerios: el de la ministro Patricia Bullrich y el del Secretario Eugenio Burzaco pero en realidad también hay otros sectores que no le reportan a ninguno de los dos. En Buenos Aires, la sensación de tierra de nadie aumenta junto con las versiones de que el ex ministro de seguridad Alejandro Granados, desde su feudo en Ezeiza, junto con el ex jefe de policía Hugo Matzkin, influyen en los mandos policiales a la par del actual ministro Cristian Ritondo y el sucesor de Matzkin, Pablo Bressi”.

El desconcierto y la multipolaridad en el área económica ya son un clásico por las diferencias entre Federico Sturzenegger, Alfonso Prat Gay y Juan José Aranguren.

Otra zona gris es la relación gobierno justicia, en la cual el fallo de la Corte Suprema sobre las tarifas dejó en el aire la impresión de que Macri se enfrentará a más de una sentencia que puede espantar las inversiones, porque en el exterior especulan con que la vulnerabilidad jurídica del gobierno es muy alta.

Otro factor que va enrareciendo la situación es que, en la medida que la brecha en la imagen positiva de ambos se va ensanchando, Macri se va volviendo Vidaldependiente y que la iniciativa política cae sobre el gobierno platense y no en la Casa Rosada. En un país hiperpresidencialista, esta debilidad relativa del número uno no augura nada bueno.

Estos y otros múltiples puntos oscuros del gobierno macrista justifican que Perú -y hasta Paraguay- sean mirados con mayor interés que la Argentina por los inversores.

Una realidad volátil

En el trasfondo de todo esto va implícita la idea de que Macri es un presidente de transición y que el peronismo -no se sabe con qué caras- se prepara para retomar el poder mientras el PRO sigue sin ser realmente una fuerza política nacional, dependiendo fuera de Capital de lo que le presten la UCR, los distintos grupos peronistas, etc.

Por lo pronto se registra un significativo aumento de la actividad de la dirigencia peronista moderada. La agenda de Juan Manuel Urtubey en Salta y la Capital es cada vez más nutrida y el Grupo Esmeralda, con Insaurralde a la cabeza, se hace ver cada vez más, acercándose también a la nueva conducción de la CGT. La poderosa intendente de La Matanza, Verónica Magario, apareció en un reportaje de una página en La Nación, dejando en claro que ella es peronista y que ya no se reporta con CFK. Todos los nombrados tienen en común la percepción de que Sergio Massa puede empezar a tener serios problemas para sostener su juego y que su sociedad con Margarita Stolbizer espanta peronistas. También saben que la carrera ascendente de Vidal depende de que CAMBIEMOS gane la elección del 2017 en Buenos Aires y que eso no es posible sin votos peronistas.

La irrupción en las encuestas del suspendido director de la Aduana Juan José Gómez Centurión como una especie de héroe de la ciudadanía señala que la gente, con muchos o pocos motivos, está inventando nuevos liderazgos y que en este terreno el PRO no sobresale. El juego simplista del macrismo de intentar polarizar electoralmente con CFK, una rival que no puede ganarle, no es fácil de sostener. Impulsores de un proceso de cambio en la política, los ideólogos del macrismo no imaginaron que este proceso podría desbordarlos también a ellos. Hasta ahora, el único reflejo político del macrismo consiste en captar intendentes peronistas en Buenos Aires. Pero a la hora de las candidaturas éstos tendrán sus pretensiones en las listas y el debate en el oficialismo entre ortodoxos y peronizadores puede ser muy fuerte.

Hasta ahora y con la colaboración de algunos multimedios, el gobierno mantuvo de su lado a la opinión pública exhibiendo la impudicia de la corrupción. Este recurso se estaría empezando a agotar y no parece haber otro lo suficientemente eficaz como para evitar que la Casa Rosada empiece a pagar los costos de sus permanentes errores.

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