Por Carlos Tórtora.-

Elisa Carrió retornó al diálogo directo con Mauricio Macri y la cúpula del PRO luego de casi 90 días de distanciamiento. El último episodio -del mes pasado- terminó en su declaración de que «la reglamentación para fuerzas de seguridad dictada por la ministro Bullrich viola los derechos humanos fundamentales. Nosotros no vamos a ir al fascismo». Luego vino un compás de silencio en el cual el gobierno evitó contraatacar a la diputada y ahora la recomposición del diálogo. De este modo, en lo que fue el 2018, Carrió realizó una parábola de 180 grados que partió desde una óptima relación con el macrismo a fines del año pasado hasta la crisis del segundo semestre de este año para retornar ahora a las negociaciones.

De este modo, Macri está logrando el objetivo de contener a través de la jefa de la Coalición Cívica al sector más disidente del oficialismo.

Un plus para no despreciar

Pero para el gobierno lo que regiría su relación con Carrió son los números electorales. Como primera candidata a diputada nacional, el año pasado ella arañó los 51 puntos, superando los pronósticos más optimistas. En la elección anterior, es decir en el 2015, Horacio Rodríguez Larreta obtuvo para jefe de gobierno el 45,56%. Si bien la última elección fue legislativa y la anterior también por la jefatura de gobierno, la comparación es válida en cuanto a que Carrió marcó una tendencia ascendente de 5 puntos y medio. Cuantificada, esta diferencia supera los 100.000 votos. En una primera vuelta, reñida si se da como anticipan las encuestas, el plus que podría aportar Carrió si es candidata a senadora nacional por la Capital podría ser importante. Además, para el probable ballotage con Cristina Kirchner, el apoyo de ella condenando la corrupción K sería también valioso. En función de estos y otros números, el presidente estaría dispuesto a hacer la vista gorda ante los desplantes pasados y seguramente futuros de la diputada.

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